II Carreira Carmiña

Era la segunda edición de esta carrera, y pese a celebrase al ladito de casa (casi en mi pueblo), la verdad es que no había oído hablar de ella. Se ve que ya no estoy en la onda. Pero un par de amiguetes me comentaron de ir con ellos y, aunque rehuyo bastante del asfalto, por compartir juntos ese rato, me anoté.

La prueba comienza en la playa de Lapamán (Bueu), en la playa playa, y termina en el centro de Marín. Y va siguiendo la línea de costa en dirección NE, hacia el interior de la ría, visitando varios pueblos y playas: Lapamán (donde podían haber puesto la salida algo más atrás para minimizar el atasco iniciaL), Loira, Aguete, Mogor y Portocelo (aunque en ésta no tuvimos que bajar a la arena). Además, el último kilómetro se metía por la Escuela Naval Militar, que fue algo simpático porque normalmente no puedes acceder al recinto, y porque así también se evitaba la última cuesta.

En cuanto a lo deportivo, poco que comentar: sólo iba a pasar la mañana con los colegas, JG y JV, y básicamente intenté ir con ellos hasta el final e ir trotando/corriendo todo el rato… porque en la parte media y trasera mucha gente caminaba en los constantes repechos. Y, aun así, sudé lo mío, porque el día estaba soleado y caluroso como pocos aquí en las Rías Baixas. Vamos, que los 11Km y 250mDa+ bajo el sol, en algo más de 1h:10min, fueron suficientes para justificar el churrasco posterior.

En resumen, esta carrerilla ha sido una sorpresa. Esperaba una «popular asfaltera al uso», y encontré varias cosas interesantes que la hacen diferente: un recorrido que combina asfalto, caminos de tierra y arenales por las playas; un perfil rompe-piernas; un paisaje muy chulo; una organización muy buena y con detalles cuidados; y un ambiente festivo. Para repetir.

BRM400 Polo Camiño de Santiago

Siguiente pasito en esto del randounnerismo, y otra vez de la mano del CC Riazor y sus brevets por tierras gallegas, en esta ocasión sumando 100Km más a la cuenta.

Para esta distancia ya se sale el viernes noche, concretamente a las 22h, por lo que los casi 20 valientes todavía tuvimos algo de luz en las primeras pedaladas. Desde el minuto 1 noto varias molestias en la pierna derecha, pero no quiero preocuparme mucho todavía. La noche nos cogió yendo hacia Betanzos, antes da costa da Sal, y el cambio de día en Guitiriz, primera parada estratégica… en la que en un bar nos atendieron amablemente a través de la verja. Empezó a refrescar, pero como rodábamos en grupeta, intentando mantener un ritmillo para aprovechar la parte rodadora por la zona de Begonte y Rábade, no se notaba el frío. Al llegar a Lugo, a eso de las 2AM, ya se notaba algo más, y en Baralla ya había calado y hubo que abrigarse con todo lo que llevábamos. Esta fase nocturna la hice en mi modo ultra: intentando evitar los dolores en la pata, conservando fuerzas, regulando el coco, y aprovechando la mezcla de haces de luz (costumbre aventurera). Aunque me equivoqué en no cumplir mis protocolos alimenticios.

A partir de Baralla, subiendo a Campo da Árbore, y ya más claramente al bajar a Becerreá y encarar el puerto del día, nos fuimos disgregando en grupitos. La subida a Pedrafita do Cebreiro es larga pero constante, sin petadas; tal vez lo que más se atraganta es el tramo entre el pueblo en la N-VI y O Cebreiro, pero como pilló con el alba me animé un poco. Aún así, el tramo hasta el Alto do Poio el asfalto agarró lo suyo.

Tras esos 170Km iniciales, el recorrido engancha el Camino de Santiago por su ruta francesa… pero por carretera. Para los que ya lo hemos hecho unas cuantas veces, la sucesión de puntos de paso ya resuena en nuestra cabeza: Triacastela, Samos, Sarria, Portomarín, Palas de Rei, Melide, Arzua, Pedrouzo, Santiago. Todo este tramo jacobeo del brevet se hizo duro. Al amanecer un viento y un frío de narices, haciendo de la bajada a Triacastela algo desagradable; a la mañana un solecillo con algo de viento que hacía que dudases en si mantener el cortavientos o ponerte de corto; y a partir del mediodía un solazo y un calorazo de aúpa. En la parte central de este tramo tuve una pequeña crisis, creo que por llevar muy mal lo del comer (siempre con retraso, con poca chicha por la noche, y un desayuno muy tardío). Así que en Melide hice una parada larga, de las de mesa y plato, y recuperé un poco para intentar estar en Santiago de Compostela a eso de las 16, cosa que pude cumplir gracias a sufrir un poco en la sucesión continua de bajadas-repechos, que al pasar por Pedrouzo y el aeropuerto de Lavacolla ya me obligaron a meter todo en el cassette por muy poco que fuese el porcentaje. A los pinchazos en la pierna se sumó bastante dolor de pies, de pedalear a pistonadas, y la fundición de patas. Vamos, que no estaba claro lo de acabar.

En Santiago sello, justo al lado de mi curre (no creo que me lo cuenten como horas extra), y avituallo con calma, especialmente en lo que a hidratación se refiere, porque las últimas horas fueron duras para el cuerpo. Llevábamos 330Km, y quedaba más distancia que fuerzas. De ahí que el siguiente tramo, saliendo hacia Santa Comba para sellar en Bembibre (último CP), se me atragantase bastante. No sabía si tomármelo de relax, parar a descansar y luego rodar tipo paseo, aprovechando el margen de tiempo, o si apretar un poco y llegar cuanto antes. El caso es que fui pedaleando chino chano con esas dudas y, cuando me di cuenta, ya estaba en A Silva. Ahora ya del tirón, que es conocido (¿por qué siempre ponen este tramo en un sentido u otro?), y llevadero. La verdad es que quise acelerar un poco en los últimos kilómetros, pero las piernas no me respondieron. Aunque sí que les pedí un poquillo más de potencia cuando por el puente Pasaxe vi el reloj y me propuse llegar antes de las 20h.

Vamos, que otro brevet a la saca: 408Km, algo más de 6500mDa+, y en 22h de tiempo bruto. Durillo por la temperatura (ir congelado y asado en la misma salida no es habitual), y porque llevé el cuerpo un poco en reserva y medio avariado. También creo que la elección de ropa y bolsas no fue la ideal, pero de todo se aprende. Mola ver Galicia pedaleando.

Fotos grupales tomadas del FG de Randonneurs Galicia.

BRM300 Ata a Terra Chá

Dicen que en Galicia la lluvia es arte. Pues el pasado sábado visitamos tanto el museo donde la guardan, que hasta sufrimos el síndrome de Stendhal. Y es que me acerqué a A Coruña para salir con la gente del CC Riazor y cia. en la brevet de 300 que va hasta la Terra Chá luguesa, y justo fue el día en que el cielo no dejó de descargar.

Salir del calorcito de la furgoneta con lo que sonaba la chapa en aquel momento supuso el primer acto de voluntad. Hecho éste, el resto irían rodados (valga el chiste malo). Por eso no lo pensé mucho, puse un GoreTex, con la capucha por debajo del casco en un gesto de elegancia (pena no haber traido escarpines), luces y guardabarros trasero, y a enganchar las calas.

Como es habitual, salimos de las instalaciones de la INEF en Oleiros, en grupeta, lloviendo bastante y todavía de noche. Vamos a ritmo muy asequible, pero no voy cómodo por las circunstancias: demasiado spray de las ruedas que te preceden, algún amago de trazada y frenada rara… Así que en Pontedeume decido tirar para ir solo pero sentirme más seguro. Empezaba la primera subidilla, paralela a las preciosas Fragas do Eume, que luego se iría encadenando con otras, y nos fue llevando por la zona de Monfero, Irixoa (segundo CP, en el PK57), Xermade… En algunos tramos jarreaba agua y por el asfalto bajaban auténticas riadas. Y por momentos el firme era irregular y botoso, y se me iba saliendo el GPS del soporte. Así que en esta primer fase tocaba ir contemporizando.

La carretera se puso algo más fácil y, tras unos repechos para entrar en Vilalba, llegó la zona más rodadora, que nos llevó hasta el control de Meira (PK132), tras pasar por la que supuestamente es la recta más larga de Galicia: unos 20Km en los que apenas hai una curvilla. Seguía solo, pero en el tramo de entrada-salida a Meira me encuentro a varios participantes, pienso en esperarlos y, como la lluvia había aflojado un poco, rodar con ellos. Pero como noto que ya empiezo a ir a menos, decido tirar tranquilo dando por hecho que me cogerán en un rato, quiera yo o no.

El siguiente tramo nos llevó por Castro de Rei, Begonte, Friol y Sobrado dos Monxes (ambos CP). Aunque la zona es bonita, entre que el día no dejaba disfrutarla (a la lluvia se sumó viento racheado), que los baches obligaban a ir atento a la trazada, y que pinché atrás subiendo al punto más alto de la brevet, no disfruté mucho estas horas. En Sobrado paro en un bar a pillar un bocata y ver qué puedo hacer con la rueda. Pienso que si tengo que parar a hacer una ñapa, mejor en una estación de servicio donde haya compresor, y un compañero que conoce el recorrido (el organizador, que paró también a avituallar), me indica que en breve encontraré varias. Las hubiese o no, tengo que seguir pedaleando porque voy tan empapado y congelado, que si estoy más de 10 minutos quieto empiezo a temblar y castañetear, y me arriesgo a bloquearme y ponerme malo.

Aparecieron repechos, pero no gasolineras, y al poco… picadita también en la rueda delantera. Por suerte se tapó rápido con el líquido, y me permitió, dándole al bombín cada media hora en la trasera, ir rodando con presión bajita, chicleando un poco en las subidas y bajando con mucho cuidado de no destalonar el neumático, pero sin parar a meter cámara (bendito tubeless). Curioso, pero en este tramo por Xanceda y Ordes, me noto algo mejor. E iban quedando menos kilómetros. Así que la parte final para llegar a A Silva (PK266), subir a Cerceda, empalmar con la AC400, y bajar a Celas y callejear hasta Oleiros, me permito hacerla tirando de desarrollo.

Al final, salieron 310Km y 4800mDa+ según mi trebello, en menos de 16 horas… ¡constantemente bajo la lluvia! Parar, lo que es parar de llover del todo, ni un minuto. Ese ir empapado, y el rodar en solitario y con la incertidumbre de las ruedas, es lo que lo hizo duro. Muchas veces comento cuando hablo de raids y ultratrails con los colegas que estar días y noches enteras bajo la lluvia o similares es de lo más duro de estos deportes, y que es algo que pone a prueba cuerpos, cabezas, equipamientos, e incluso amistades. Este brevet fue un buen entreno en ese sentido.

Foto grupal tomada del Facebook de Randonneurs Galicia.

BRM200 Ata a Costa da Morte

Como pueden atestiguar los colegas a los que he dado la brasa con la TCR, que me trae obsesionado desde 2016 y van a tener que darme comisión por la la difusión que les hago, cada vez me llama más la atención el tema de las pruebas de ultradistancia en bici, especialmente las aventureras o bikepackingeras. De hecho, la primera de la lista era la Badlands 2020, pero entre cosas del curre y de la pandemia esa de la que habréis oído hablar, no pudo ser.

Aunque casi mejor, porque así pasaré de ser dotwatcher a racer de una forma más progresiva con otra cosilla que me atrae, tal vez por recordarme a las Rutas del Románico que veía pasar por Pontevedra cuando era pequeño: el mundo randonneur. Aquí puedes ver resumidamente su historia y reglamento, los tipos de recorridos (brevets y superbrevets, randonnées y super randonnées, flechas y radiales, y otras), las modalidades audax y BRM, las distinciones que existen…; todo un mundillo por descubrir, algo frikie, y donde parece que cortan el bacalao los franceses del Audax Club Parisien.

En Galicia el CC Riazor ha retomado el asunto con un BRM200 llamado Ata a Costa da Morte, y parece un buen momento para probar. Así que inscripción al canto, bajar track, recibir instrucciones, preparar material, y plantarse en Coruña para arrancar el sábado tempranito.

Salimos de Bastiagueiro (Oleiros), en pequeños grupos por el tema COVID, y me toca a las 7:30. Se me nota claramente el novatismo, y para saber bien qué hacer tanto en la salida como en el primer tramo urbano me quedo a una distancia prudencial de un tío que parece tener experiencia. Salimos hacia el aeropuerto y luego hacia Celas, terreno fácil para ir calentando, aunque poco a poco van llegando algunas rampas camino de Cerceda. Voy todo el rato con cadencia, reservando, y adelantando sólo cuando es patente la diferencia de ritmos… aunque lo cierto es que a veces me los devolvían luego en los llanos o bajaditas (se ve que aquí la peña es de mover tranca y de no relajar demasiado). Luego un tramo ondulado pero suave nos llevó hasta Santa Comba, donde teníamos el primer CP (PK63). En estos eventos se usa el peregrino style: buscar un bar/gasolinera o similares que te selle la cartilla de control, en la que se anota la hora de paso. Procedo a hacerlo en un bar donde hay un buen grupo de participantes, y aunque tenía pensado comprar siempre algo en los puntos donde me cuñasen, como forma de agradecer y apoyar al establecimiento, aquí apenas me detengo porque el ambiente no me mola (demasiada gente, algunos con las mascarillas bajas, camareras saturadas…).

Al poco de salir del pueblo me adelantan cuatro brevetistas y me dicen que me enganche. Creo que van más fuerte que yo, pero como parece que empieza a soplar, intento meterme detrás, y ofrecer algún relevo cuando pueda. La verdad es que durante un buen tramo hicimos un tren simpático, rodando a buena media, e incluso se nos agregó un ratito un espontáneo, pero poco a poco se fue deshaciendo la grupetita en los repechos anteriores a Muxía, siguiente CP (PK106). Aquí paré un ratito a tomar algo dulce, hacer un par de reglajes, descansar un poco las patas y la postura, e intercambiar algunas palabras con algunos con los que había ido coincidiendo.

Salir de Muxía me costó. Ya daba el solano (y yo salí algo amantado de más), había que deshacer track y cuestas, y al girar a la izquierda hacia las playas la carretera se puso botosa, con repechotes, y el viento empezó a avisar de lo que vendría después: esta zona se me atragantó un poquillo. Pero donde se empezó a poner la cosa dura fue en Ponte do Porto cuando, con 120Km transcurridos, Eolo se puso a soplar de verdad. Algunos trocitos estaban más protegidos, por Traba y Soesto, pero en zonas más costeras como saliendo de Laxe ya no sólo te frenaba, sino que tenías que andar al loro para que no te tirase o dieses un bandazo en un momento en que pasase un coche. Las piernas no fueron muy alegres hasta el siguiente CP (PK150), Ponteceso, donde un paré en un par de bares que no tenían sello, y acabé en una cafetería de un hotel con algunos de los trenecillo de antes. Por un lado la cabeza me pedía un pit stop largo, pero el cuerpo me estaba diciendo que si paraba mucho luego iba a costar arrancar, así que prefería tomar algo de picar y un refresco (hacía como un par de años que no tomaba uno de esos brebajes carbonatados), y continuar.

Hasta Buño el viento siguió azotando fuerte, luego al girar hacia Carballo ya a ratos y algo menos, y en Laracha nos pudimos ir olvidando de él; además la carretera era mejor y había tramos más favorables. . etomar el tramo inicial para volver a Oleiros. Desde el kilómetro 170 noto algo de bajoncillo, así que paro en una panadería a pillar algo papar, ya que aunque llevo arsenal el cuerpo quiere comida real (ya había tomado un gel y alguna barrita). Hice bien porque tras un desvío en Laracha venía una zona ondulada que hice lentilla, todo el rato con el 34T. Esta carretera empalmaba con el primer puertillo que habíamos pasado, así que solo faltaba deshacer los kilómetros iniciales, salvo una pequeña variación al llegar a Culleredo. Por el llano me pillaron otra vez los de antes, que andaban bastante más que yo pero habían parado a tomar una hamburguesa, y llegamos juntos a la INEF, para poner la hora en el carné de ruta y dejarlo en una maleta para ver si lo homologan.

Vamos, que primer acercamiento a este asunto solventado: 215Km, 3550mDa+, en 10h (sale una media de 21Km/h en total y 22.5 en movimiento). Más durillo por las brisillas y por el perfil rompepiernas que por la distancia en sí. Y el ambiente, que era una de mis principales curiosidades, no me desagradó: cierto que el tema de socializar estuvo limitado, y que la mayor parte de la gente iba con algún colega, y yo al no conocer a nadie andaba algo desubicado, pero estuvo bien. Seguramente repita.

100km Carballiño-Santiago

Al volver del trail de Quiroga iba pensando en si ya podría correr, pues allí no me encontré tan mal como era de suponer para llevar meses sin entrenar. También iba pensando en las carreras que el año pasado tuvieron que quedar en el tintero, y que este año me propuse enmendar, y recordé que en un par de semanas se celebraba una de ellas: la Carballiño-Santiago. Así que me inscribí, y el día 12 me planté en Carballiño sin saber que iba a pasar.

Con algo de frío y sin frontal, a las 7am salimos de la impresionante Iglesia de Veracruz callejeando unos minutos por Carballiño y cogiendo rápidamente un paseo fluvial. Ya a plena luz pongo ritmo calentamiento por pistas de asfalto rurales, y veo que se van haciendo grupitos. Me junto con un par de portugueses (uno de ellos el compañero de Solopisadas), y llegamos al monte. Primeras rampas, primeros charcos y, tras una larga subida recta de asfalto, llega el primer avituallamiento.

Ahora el recorrido ya es de monte, subiendo y bajando pero sin petadas y con terreno fácil y disfrutón. Me quedo solo, y al estar ya algo altos, disfruto de las buenas vistas; además como el terreno no exige concentración, me entretengo observando un par de explotaciones ganaderas y forestales. Tras una pista en bajada, aparece el siguiente control a la altura de Dozón. El voluntario me ofrece un bocata… ¡de pechuga empanada! Pillo uno, hablo un momento con RL, que me sigue por todos los avituallamientos (¡una santa!), y tiro tranquilo reservando fuerzas en todo momento.

El siguiente tramito es algo feo, paralelo a la autovía, pero se compensa rápidamente con unos senderos y caminos bien metidos entre vegetación, bastante más entretenidos y con algo de desnivel. Al pasar una aldeita llamada Zudreiro llego a un cruce y no hay cintas. Antes de salir tuve un problema con el GPS de muñeca, así que saco el Foretrex del bolsillo (lo llevaba ahí por si acaso), y resulta que tampoco marca el track; sospecho que el archivo debía estar chunguillo y por eso los dos fallaron. Para no arriesgar, cojo el teléfono y llamo a la organización: me dan indicaciones, deshago un cachito pequeño y ya estoy de vuelta en el circuito… y en el control, porque estaba allí al lado.

De aquí en adelante seguiríamos las marcas del Camino de Santiago por la Vía de la Plata. Sigue el terreno en sube-baja typical Galician, y la filosofía de ir guardando fuerzas. En un tramo coincidente con la N525 a la altura de Lalín, otro avituallamiento… con croquetas y tortilla. Sin palabras. Me detengo un ratillo, pero el cuerpo pide seguir, no sé muy bien el porqué, ya que los siguientes kilómetros se me atragantan un poco. Al pasar junto al polígono industrial de Silleda noto molestias en la rodilla, adelanto al único peregrino que vi en todo el día, y en los pocos kilómetros que restan hasta el pabellón de esa localidad (donde estaban las mochilas intermedias que transportaba la organización), empiezo a cojear. Menos mal que las rosquillas que tenían me insuflaron fuerza de voluntad, porque sino me quedaba allí ya.

Luego llegó el momento chungo que siempre hay en todas las carreras: sol, terreno planillo, dolor en la rodilla, mucho asfalto (incluso cruzamos Bandeira por la acera),… Tocaba aguantar, porque en los llanos me dolía, y en las bajadas más aún. Tuve que caminar donde no debía, y empezar a lidiar con el replanteamiento mental: una, porque se esfumaba la previsión de las 12h, y otra porque reaparecía el fantasma del último UTMB. La organización puso un avituallamiento en una pista anónima en medio de fincas, y reconozco que llegué allí algo preocupado. Pero había margen de tiempo, así que postpongo la decisión otra etapita.

El recorrido cada vez más soso, y el corredor cada vez más tocado: resultado, que el ritmo descendió enormemente. El porcentaje de asfalto cada vez es mayor, y aún por encima la empinada bajada para llegar a Ponte Ulla me remata la rótula. Pero como la poción mágica en los cuentos de Asterix, aparecen las lentejas (umm, bueno, y un antiinflamatorio), para darnos un rato más de cuerda. Sentado a la mesa del bar donde estaba el control, y avituallando en plato de porcelana, pienso que sólo quedan 20-y-pico kilómetros hasta Santiago, así que aunque sea más caminando que trotando, hay que acabar.

Ahora vamos ya todo el rato en dirección NW, con unas largas subidas tendidas que tengo que hacer a marcheta. Poco a poco las pistas de asfalto le van ganando la partida a las de tierra y los senderos, y el sol se va poniendo. Cruzando aldea tras aldea, llego al último avituallamiento, Susana se llamaba (el lugar, no la voluntaria). Saco el frontal, porque ya llevaba unos minutos con algo de oscuridad, reposto algo, y directo para la capital. De noche hay que andar más pendiente de la señalización, pero al ir tan lento no hay problema. Por momentos ya se ve el skyline de Santiago, así que mentalmente voy haciendo cálculos. Una larga y oscura subida de tierra, nos deja en la tristemente conocida zona de Angrois, y desde allí sólo hay que callejear por el extrarradio y por el centro de la ciudad. El último kilómetro es por el centro, y es sábado por la noche, así que hay que ir de friki esquivando gente para poder entrar al trote en el Obradoiro, como debe ser.

Allí sentado, compruebo el juguete: 102.2km con 2800mDa+ (algo más de negativo), en 14h38min, y un sensación extraña, pues iba bastante bien de fuerzas… y no podía correr. De coco muy bien, y eso que fui solo casi todo el tiempo, aunque reconozco que no lo pasé bien del todo porque la segunda mitad del recorrido me agobió bastante (demasiado de mi odiado asfalto), y porque comprobé que la rodilla fastidiada el verano pasado sigue mal pese al «largo descanso».

Resumiendo, una buena forma de pasar un sábado entretenido es ir a esta carrerilla, humilde pero organizada para mimar al corredor; sólo se le podría pedir que pusieran alguna cinta más en la primera parte del recorrido, o que se aclarasen ellos mismos con «el concepto» detrás de la prueba (personalmente me importa bastante la filosofía detrás de los eventos, y esas contradicciones con la competitividad o las normas del reglamento, no me gustan nada). Aún así, recomendable para quien quiera un ultra sin dificultad técnica, corrible al 100% si se tienen fuerzas, y con amables voluntarios.