Al agua con mascarilla

Este año no está siendo de demasiadas actividades de agua… la verdad es que no está siendo de muchas actividades de nada, como es normal en esta situación coronavírica que nos ha tocado vivir.

Y eso que en verano, que ya podíamos salir aunque fuese con restricciones, tampoco se animo mucho la cosa. De nadar, nada de nada (tenía que decirlo), ni travesías ni piscina, la cual no toco desde antes del confinamiento. Kayak solo un par de días, y más que nada en plan lúdico… con perro incluido. Y algo de wakeboaring en familia también hubo, pero yo ahí me abstengo.

Lo que estuvo bien es que aunque andábamos algo apagados y dispersos, el club Aromon se atrevió a hacer algunas actividades grupales, cumpliendo una serie de medidas de seguridad como es obvio, a las que nos anotamos sin dudarlo. Así cayeron un par de barranquitos, el del río Pedras en el Barbanza y el Cerves inferior en Melón, y también un par de coasteerings muy molones: uno en Punta Couso (zona de la Costa de la Vela) y otro en Punta Cabicastro (en Sanxenxo). Se limitaba la vida social pre y post actividad, se pedía no compartir coche o hacerlo con las debidas precauciones, se intentaban guardar las distancias cuando era posible, y obviamente estábamos con mascarilla hasta justo el momento de meternos en el agua. Junto con los cascos, neoprenos y demás, casi ni se nos identificaba. Pero el caso es que no hubo problemas ni de contagios, ni de accidentes… e incluso aprovechamos para otras cosillas habituales en estas actividades: recoger basura, aprender de flora y fauna, enseñar/practicar cuando el nivel de dificultad es bajo…

Esperemo que el próximo verano podamos estar algo más a remojo (porque yo en invierno paso), y avanzar un pasito en lo del coasteering que la verdad es que está molando. Y como aquí apenas tenemos costa…

Probando el coasteering

Conocer, lo conocía, pero nunca lo había practicado. Y la verdad es que Galicia, con tantos kilómetros de costa y tantas rías, es un paraiso para ello. El coasteering o «costering» es una actividad que mezcla un poquito de varios deportes que molan senderismo, natación y buceo, escalada, barranquismo e incluso de espeleología. Viene a ser desplazarse de un lugar a otro justo por la línea litoral, por lo que habrá que progresar por las rocas, por el agua, saltar, rapelar, trepar y destrepar, etc. Y por supuesto, siempre con respeto y cuidado, también se puede jugar, y aprovechar para ver la costa desde otra perspectiva, y apreciar curiosidades geológicas y de flora y fauna que de otra forma no serían posibles. Vamos, que es completito a nivel físico y mental, y también cultural, que es lo que le mola a un buen bruto como yo.

Las pasadas semanas, aprovechando que el club AROMON organizaba un par de salidas, allá que fuimos.

La primera jornada fue en Corcubión, y salió un día perfecto. Así que pese a estar en la Costa da Morte coruñesa no había peligro, y además el recorrido era bonito y fácil, poco físico, ¡y muy juguetón! Un montón de saltos diferentes (ninguno obligatorio), pasos estrechos, cuevas… Este es para repetir e ideal para iniciarse.

Aprovechando un festivo, unos días después fuimos a la zona de la Costa da Vela. Este fue bastante más exigente, tanto de fuerza como de técnica… y además aquí el mar estaba más bravo, así que en algunos puntos había que tener mucho cuidado con el agua y las olas. Vamos, que aquí incluso tuve un par de momentos de caquita. Además, hacía bastante calor y no podíamos refrescarnos mucho (es más «de secano»), por lo que acabamos medio deshidratados. De hecho, con todas la coñas acabé reventado… pero unos días más tarde ya estaba pensando en cómo hacerlo otra vez.

Esta modalidad queda ya fichada para cuando haga buen tiempo, porque además tiene otra cosa que me moló: no necesitas el despliegue de medios de una tarde de kayak o barranquismo. Y eso también mola.

Rafting por el Miño

El veranito es época de mar y de río. Pensando en si quedar para un barranquito o para una jornada de kayak, a alguien se le ocurrió ir a hacer rafting. Y como para eso no tenemos material, ni tampoco mucha idea, recurrimos a Arrepións, una empresa de turismo activo del sur de Pontevedra con la que ya habíamos ido en otras ocasiones a hacer rafting y kayak, y la experiencia con ellos había estado bien: controlan del tema de aguas bravas, tienen la zona esa del Miño mamada, y, ejem… por el mismo precio de la actividad te obsequian con una mini-ruta en 4×4 para el acceso al agua y la recogida al final de la ruta. Pasámoslo bien.

Travesía Eurocidade

El otro día fui a una travesía a nado enmarcada en la denominada Eurocidade Tui-Valença do Minho, que salía de la orilla del lado portugués y acababa en la del español (ojito, una travesía internacional: esto va a hacer subir mi caché de nadador fulero), unos 1600m más río arriba. Fui relativamente tranquilo y con ritmo continuo, y me salieron casi 28 minutos. Pero en este caso no escribo por eso, sino como reconocimiento a MF, mi principal patrocindadora durante muchos años, que en esta ocasión vino de paseo y apoyo moral.

Un par de traves

Por acompañar a una familiar un par de días a la piscina, y supongo que influenciado por ver en la tele los Juegos Olímpicos, me planteo nadar algo. En el agua la rodilla no duele, así que decido desenpolvar el neopreno, y ponerme a chapotear un rato en el agua salada aprovechando que por la zona hay travesías todos los fines de semana. Eso sí, de momento cosas factibles, que no estamos para grandes retos natatorios.

Estas últimas semanas pude ir a una travesía que se estrenaba en el calendario y en la que hubo bastante gente, la de Poio, y a una de las clásicas de carácter más familiar y minoritario, la de Vilaxoán. Ambas de un par de kilómetros (en teoría, claro), ambas con el mar tranquilo y buen tiempo, y aunque con una organización humilde, ambas recomendables para próximos veranos… especialmente si se combinan con el tapeo posterior en el pueblo.

Yo como siempre: sin calentar apenas, saliendo atrás para no entrar en la guerra de golpes y tirones, a ritmo tractor, y regulando por saber que palmaré metros y metros de más por zigzaguear entre boya y boya (especialmente en Vilaxoán, en donde eran tan chiquititas que desde lejos no se veían ni «estando plato»). Pero acabando… y disfrutando de las rías.

Y es que por mucho que guste el monte, hay que valorar también este otro maravilloso entorno que tenemos en Galicia, y procurar aprovecharlo.