Pese a no haberme salido nada bien la Travesía Integral de los Montes Aquilianos el año pasado (pues tuve varios problemas), o quizá por ese motivo, tenía muchas ganas de repetirla. Más aún pensando en la belleza del paisaje de la parte central de la carrera, y en la buena organización (a cargo del club Rutas del Bierzo y sus voluntarios). Así, tras un viaje «tormentoso», llegamos a Ponferrada el viernes noche para recoger dorsales, cenar temprano, y dormir algo. Apenas hubo charleta pre-carrera, porque anduvimos justos de tiempo en la salida, pendientes de si llovería y del material a llevar.
Arrancamos a las 6h de la mañana. Me pongo al final de todo y salgo caminando. Sí, desde el principio, hablando con los hermanos AD y RD. ¿Por qué? Pues porque no tengo muy claro si podré correr, o si lograré acabar; no hace ni una semana del UTAC, que me dejó los pies doloridos y, sobre todo, las rodillas tocadas.
En los tramos iniciales, primero por asfalto y después por pistas de tierra, todavía saliendo el sol, pruebo un par de veces a trotar muuuy lento… y noto dolores en las rodillas. Mal asunto, pero es lo que hay. Así probando, llego al primer avituallamiento, miro el reloj y voy bastante más lento que en el 2011. Normal, si voy caminando casi seguido.
Tras ese control empiezan las zonas chulas. La primera subidilla interesante me hace entrar en calor y animarme a trotar un poco más, aguantando las molestias, hasta llegar a Montes de Valdueza, donde tenemos mochila de asistencia. Cojo los bastones y como algo, saludo a algún conocido, pero no paro mucho. El camino está menos concurrido, pues ya no están los de la versión B, y empieza lo guapo, y lo duro: la Malladina, el Valle del Silencio, y llegar a la pintoresca aldea de Peñalba de Santiago. Sigo sin encontrarme, pero el entorno me motiva.
Empiezo a subir a la Silla de la Yegua con un grupito de 5 personas. Voy en modo «tranqui que queda», tirando de bastones y sin agobiarme. Uno de me adelanta, pero al resto les abro hueco. Esta subida es cabrona: parece que termina, pero aún queda un trozo, que cuando lo termines verás que no era el último. Al coronar (2143m), me encuentro bastante bien… ¡y recuperé bastante tiempo! Hago el cresteo por las Berdiainas, el Pico Tuerto y la Guiana, más animado pero cantando «calma en el cordal», adelantando gente y refrescándome con la niebla que está cerrándose.
Tras el primer cortafuegos, que bajo caminando para no fastidiarme, vienen varios kilómetros muy fáciles, de suave descenso por buenas pistas. Me pongo un ritmillo y en menos de lo esperado estoy en Ferradillo. Dejo bastones y alguna otra cosilla, como y bebo con algo más de calma, y prosigo. Primero unos caminos y pistas que parecen planos pero te cuestan, hasta Recouco, donde empieza el descenso un poquillo más técnico pero rápido, entre bosques y matorrales. Aprieto un poco porque veo que voy a más, porque las bajadas son mi terreno (al menos en teoría), y porque para lo que queda ya no voy a reservar las rodillas.
Adelanto a mucha gente llegando al último control en Rimor. Miro el reloj y flipo: 8 horas justas. Salgo trotando pero compruebo que la bajadita de marras me hizo mella, así que toca aguantar. Trote cochinero por la carretera, girar a la derecha por caminos de tierra, pasar el pueblo de Toral de Merayo, y entrar en una zona de «fincas» (lo más feo del recorrido para mi gusto). Ahora es casi todo el rato llano, pero cuesta. Por suerte, ya se ve la ciudad cerca. Queda cruzar el río por el puente que el año pasado no estaba, llanear un poco, arrastrarse por el senderito de la ladera del castillo, y cruzar las plazas que te llevan a meta.
Al final, sabiendo cual era el estado de mis piernas tras el UTAC y lo lento que fui al principio, acabé mejor de lo esperado. Salieron 8:55:45 para unos 61km y 2900mDa+; además la cabeza funcionó bien, disfruté el recorrido, y se me hizo corto, por lo que estoy muy satisfecho. Volveremos, supongo.
Fotos del Picassa de Leonor Sánchez.