XVIII Travesía de los Aquilianos

Pese a no haberme salido nada bien la Travesía Integral de los Montes Aquilianos el año pasado (pues tuve varios problemas), o quizá por ese motivo, tenía muchas ganas de repetirla. Más aún pensando en la belleza del paisaje de la parte central de la carrera, y en la buena organización (a cargo del club Rutas del Bierzo y sus voluntarios). Así, tras un viaje «tormentoso», llegamos a Ponferrada el viernes noche para recoger dorsales, cenar temprano, y dormir algo. Apenas hubo charleta pre-carrera, porque anduvimos justos de tiempo en la salida, pendientes de si llovería y del material a llevar.

Arrancamos a las 6h de la mañana. Me pongo al final de todo y salgo caminando. Sí, desde el principio, hablando con los hermanos AD y RD. ¿Por qué? Pues porque no tengo muy claro si podré correr, o si lograré acabar; no hace ni una semana del UTAC, que me dejó los pies doloridos y, sobre todo, las rodillas tocadas.

En los tramos iniciales, primero por asfalto y después por pistas de tierra, todavía saliendo el sol, pruebo un par de veces a trotar muuuy lento… y noto dolores en las rodillas. Mal asunto, pero es lo que hay. Así probando, llego al primer avituallamiento, miro el reloj y voy bastante más lento que en el 2011. Normal, si voy caminando casi seguido.

Tras ese control empiezan las zonas chulas. La primera subidilla interesante me hace entrar en calor y animarme a trotar un poco más, aguantando las molestias, hasta llegar a Montes de Valdueza, donde tenemos mochila de asistencia. Cojo los bastones y como algo, saludo a algún conocido, pero no paro mucho. El camino está menos concurrido, pues ya no están los de la versión B, y empieza lo guapo, y lo duro: la Malladina, el Valle del Silencio, y llegar a la pintoresca aldea de Peñalba de Santiago. Sigo sin encontrarme, pero el entorno me motiva.

Empiezo a subir a la Silla de la Yegua con un grupito de 5 personas. Voy en modo «tranqui que queda», tirando de bastones y sin agobiarme. Uno de me adelanta, pero al resto les abro hueco. Esta subida es cabrona: parece que termina, pero aún queda un trozo, que cuando lo termines verás que no era el último. Al coronar (2143m), me encuentro bastante bien… ¡y recuperé bastante tiempo! Hago el cresteo por  las Berdiainas, el Pico Tuerto y la Guiana, más animado pero cantando «calma en el cordal», adelantando gente y refrescándome con la niebla que está cerrándose.

Tras el primer cortafuegos, que bajo caminando para no fastidiarme, vienen varios kilómetros muy fáciles, de suave descenso por buenas pistas. Me pongo un ritmillo y en menos de lo esperado estoy en Ferradillo. Dejo bastones y alguna otra cosilla, como y bebo con algo más de calma, y prosigo. Primero unos caminos y pistas que parecen planos pero te cuestan, hasta Recouco, donde empieza el descenso un poquillo más técnico pero rápido, entre bosques y matorrales. Aprieto un poco porque veo que voy a más, porque las bajadas son mi terreno (al menos en teoría), y porque para lo que queda ya no voy a reservar las rodillas.

Adelanto a mucha gente llegando al último control en Rimor. Miro el reloj y flipo: 8 horas justas. Salgo trotando pero compruebo que la bajadita de marras me hizo mella, así que toca aguantar. Trote cochinero por la carretera, girar a la derecha por caminos de tierra, pasar el pueblo de Toral de Merayo, y  entrar en una zona de «fincas» (lo más feo del recorrido para mi gusto). Ahora es casi todo el rato llano, pero cuesta. Por suerte, ya se ve la ciudad cerca. Queda cruzar el río por el puente que el año pasado no estaba, llanear un poco, arrastrarse por el senderito de la ladera del castillo, y cruzar las plazas que te llevan a meta.

Al final, sabiendo cual era el estado de mis piernas tras el UTAC y lo lento que fui al principio, acabé mejor de lo esperado. Salieron 8:55:45 para unos 61km y 2900mDa+; además la cabeza funcionó bien, disfruté el recorrido, y se me hizo corto, por lo que estoy muy satisfecho. Volveremos, supongo.


Fotos del Picassa de Leonor Sánchez.

Travesía de los Aquilianos

Este finde se celebró la XVI Travesía Integral de los Montes Aquilianos, organizada por el club Rutas del Bierzo. Hacía tiempo que tenía ganas de probarla, pero como coincidía con fechas de exámenes (siempre se organiza a principios de junio), no he podido hasta este año que estoy más libre de cargas.

Tras los previos del día anterior (3 horas de viaje desde Pontevedra, recogida de la bolsa del corredor, paseo y cena de rigor), a las 5:30 nos juntábamos en la Plaza del Ayuntamiento de Ponferrada varios cientos de personas dispuestas a enfrentarse a los 47 o los 61 kilómetros que tienen los distintos recorrido. Saludos, entrega de las mochilas para los dos puntos de asistencia que dispone la organización (además de los avituallamientos), poco calentar, y a las 6:00 se da la salida, tras unas «motivadoras» palabras del alcalde.

Los primeros kilómetros, todavía oscuro pero sin frontales, van por algún trozo de asfalto y caminos llevaderos, algunos muy bonitos por bosques y fincas. Al poco empiezan las subidas y bajadas, acercándonos y separándonos del río Oza, hasta llegar a la zona de Montes de Valdueza. Allí, junto a un monasterio abandonado, se bifurca el recorrido, que para los de la larga se pone durillo, así que toca parar, comer, cambiar mochila, y pillar bastones.

Nos mandamos un par de subidas y bajadas ya interesantes, por la zona de la Malladina y el Valle del Silencio, y llegamos a Peñalba de Santiago donde empieza el rock’n’roll. Primero una buena petada, subir a la Silla de la Yegua (2143m), venciendo un desnivel del copón, y después crestear, es decir, bajar y volver a subir varias veces, por senderos con algo de piedra, para hacer el pico de las Berdianas (2116m), y el Pico Tuerto (2051m).

Como había ido reservando mucho hasta aquí, acojonado por lo que me habían contado de la subida a la Yegua, me encontraba bastante bien de fuerzas (sólo los dolores habituales en los dedos de los pies, y una sensación de pisada rara), así que aproveché que el siguiente tramo tiraba hacia abajo para darle un poco de ritmo a la cosa, hasta la siguiente subida fuerte, la Guiana (1849m), que se me atragantó un poco.

El sol ya apretaba (eran las 12 y pico), los kilómetros se iban notando, y mi maltrecho pie me estaba dando la lata (incluso el derecho se sumaba a la queja). Por tanto, procuré conservar el cuerpo trotando más suave en los llanos y cortándome mucho en las bajadas, ahora más abundantes camino del Campo de las Danzas y de Ferradillo. Al llegar aquí los pies me dolían tanto, que me entró miedo de cambiar las zapatillas (tenía otras más grandes en la segunda mochila), y decidí seguir con las mismas hasta el final. Gran error.

Al rato me dolían mucho los pinreles, tan hinchados que no me cabían dentro, y además descubrí que el gesto raro al pisar de los últimos kilómetros se debía a que había roto la suela de los tenis. Y para acabar de joderlos, llegan unas bajadas pronunciadas, primero por un senderito entre bosques y arbustos, luego por pistas de tierra y cemento, que nos llevan hasta el control de Rimor. En este tramo me pasó casi todo el mundo al que yo había adelantado en la zona alta.

Faltaba poco, y ahora sería más llevadero: un trocito de carretera, algunas calles de pueblos, pistas de tierra (algunas del Camino de Santiago), ya con Ponferrada a la vista. Pero no aguantaba de los pies, así que a caminar «tipo Chiquito», y a sufrir, sabiendo que el objetivo (<10h), se iba a escapar en esta última parte de la carrera.

Al llegar al sendero del río pude volver a trotar algo, supongo que por ver la meta cerca. Aunque tan cerca no estaba, porque llegando ya a Ponferrada tuvimos que dar una vuelta por una carretera recta y fea que fue desesperante. Pero unos minutos después, bastante más contento, conseguía pasar junto al castillo, bajo el reloj, y llegar a la plaza del ayuntamiento, donde nos esperaban fisios y comida, y a mí RL.

El tiempo final fue bastante peor de lo esperado (10:39:50 y 3100mD+ marcó mi reloj), pero teniendo en cuenta que aún notaba fuerzas dentro, que lo me jodió fueron los pies, y que a las personas con las que hablé les dio más distancia, 64km y poco, quizá por el rodeo ese del final, no estuvo tan mal. Además tanto organización como recorrido me gustaron (los voluntarios muy bien en general; los dos señores en el Pilón de Peñalba de 10, super-amables), así que esta Travesía de los Aquilianos es altamente recomendable.