Era la segunda edición de esta carrera, y pese a celebrase al ladito de casa (casi en mi pueblo), la verdad es que no había oído hablar de ella. Se ve que ya no estoy en la onda. Pero un par de amiguetes me comentaron de ir con ellos y, aunque rehuyo bastante del asfalto, por compartir juntos ese rato, me anoté.
La prueba comienza en la playa de Lapamán (Bueu), en la playa playa, y termina en el centro de Marín. Y va siguiendo la línea de costa en dirección NE, hacia el interior de la ría, visitando varios pueblos y playas: Lapamán (donde podían haber puesto la salida algo más atrás para minimizar el atasco iniciaL), Loira, Aguete, Mogor y Portocelo (aunque en ésta no tuvimos que bajar a la arena). Además, el último kilómetro se metía por la Escuela Naval Militar, que fue algo simpático porque normalmente no puedes acceder al recinto, y porque así también se evitaba la última cuesta.
En cuanto a lo deportivo, poco que comentar: sólo iba a pasar la mañana con los colegas, JG y JV, y básicamente intenté ir con ellos hasta el final e ir trotando/corriendo todo el rato… porque en la parte media y trasera mucha gente caminaba en los constantes repechos. Y, aun así, sudé lo mío, porque el día estaba soleado y caluroso como pocos aquí en las Rías Baixas. Vamos, que los 11Km y 250mDa+ bajo el sol, en algo más de 1h:10min, fueron suficientes para justificar el churrasco posterior.
En resumen, esta carrerilla ha sido una sorpresa. Esperaba una «popular asfaltera al uso», y encontré varias cosas interesantes que la hacen diferente: un recorrido que combina asfalto, caminos de tierra y arenales por las playas; un perfil rompe-piernas; un paisaje muy chulo; una organización muy buena y con detalles cuidados; y un ambiente festivo. Para repetir.
Como la rodilla parece que me está dando una tregua, hace un par de meses me planteé probarla en alguna carrereta de trail. Busqué qué había cerca de casa que me pudiese molar, y vi dos cosas interesantes: el Trail Orixes de Mondáriz (en el que había una ultra de unos 60Km) y el Ultra trail Cerveira. Como éste suponía una distancia más asequible, poco más que una maratón, y como a la vecina villa lusa le tengo un cierto cariño… la decisión estaba clara.
El viernes no llegué a tiempo de coger el dorsal porque estuve en casa hasta la noche, así que tocaba madrugar. Aunque más me valdría haber apurado algo más el sueño, porque la secretaría abrió con más de media hora de retraso, que tuve que esperar bajo la lluvia. Afortunadamente, tenía todo preparado y no supuso mucho perjuicio.
Tras los saludos habituales y que nos controlasen el material obligatorio en el cajón de salida (¡olé, así debe ser siempre!), haciendo especial hincapié en el frontal, se dio la salida de las dos distancias grandes. Como es habitual, me pongo al final: prefiero adelantar que ser adelantado. Junto a la iglesia de Vila Nova da Cerveira nos metieron por un paso subterráneo para salvar la carretera y en seguida a subir a chupe por un pequeño sendero hacia el famoso mirador del dintel del monte del Espíritu Santo. La combinación de pendiente, niebla y bochorno hicieron que fuésemos sudando desde el principio.
Un poquito de bajada y de terreno ondulado nos llevó por la zona de las Mineirinhas y cerca del Convento de Santo Payo, y nos dejó al pie de un cortafuegos retador incluido, destino el Alto da Pena. Como no estaba muy fuerte y hacía tiempo que no corría así, iba muy conservador de patas y de pies. Eso me permitió trotar con continuidad al llegar a los eólicos y luego en las siguientes bajadas, empinadas y técnicas. Aunque tenía que andar algo al loro con los resbalones, especialmente en las zonas húmedas o con vegetación, porque calcé unas New Balance Nitrel, demasiado sencillas y pisteras para el terreno que estaba encontrando.
Los siguientes tramos fueron autenticamente preciosos: un sendero revirado por el arroyo San Gonçalo y por las canteras de Camaira, más sendero, un canal de aguas, la antigua central hidráulica de Covas… ¡incluso un tunel excavado en la roca! (de ahí que se asegurasen de lo del frontal). Todo ello representado por unos bonitos dientes de sierra en el perfil. Los kilómetros fueron pasando así entrenidos y sin apuro, y no me noté cansado hasta llegar a Sobreiro.
El siguiente subidote, y la posterior bajada al lado de un riachuelo (tan resbaladiza que hacía falta agarrarse a las cuerdas que puso la organización), me hicieron daño. Salí con las piernas templaditas de carallo. Así que en las pistas y caminos hacia Candemil, Reboreda y Nogueira, en general facilonas, no pude llevar el ritmo que me hubiese gustado.
Al llegar a los mólinos de Gávea con casi 39Km, parecía que todo estaba hecho. Pero no. Primero subimos a chuzo desde la propia área recreativa, después pistas y caminos ondulados de tierra en los que tiendes a acelerarte de más, y, obviamente, faltaba subir al ciervo desde la zona de Lovelhe. La primera parte de esa subida era boscosa, por terreno conocido para mí, y la llevé bien; pero la parte final con la solana en la chepa me obligó a respirar hondo y apoyar las manos en las rodillas, y a lazar algún juramento.
Pero bueno, junto ao rei cervo se acababa lo duro, ¿no? Pues claro que no: siempre hay un regalito final. Aquí fue bajar a saco las escaleras de la Encarnaçao y tener que remontar aún un poquito para pasar por una escondida atalaya. Iba ya en modo «gasta lo que quede», así que las últimas pistas y la entrada urbana en el pueblo los hice con cierta dignidad.
Entré en meta bastante satisfecho, con 45Km y 2800mDa+ en 8h 12min, lento, pero ni tan mal teniendo en cuenta la dureza del recorrido, el estado de forma (la rodilla sólo molestó al final), y que hacía tiempo que no me metía en estas distancias. Y cuando me iba a tirar en la hierba a descansar un rato, escuché por megafonía que me llamaban a podium. Supuse que sería un error y le pregunté al speaker, pero me confirmó que estaba correcto. El caso es que había entrado 2º en M45, porque se ve que tenían varias categorías de vejetes. Casi me dio la risa: mi primer trofeo en trail running, y llega así de esta manera, inesperadamente. Como el amor.
Este año el Campeonato Ibérico de MTBO fue aquí cerquita de casa. No estaba yo muy bien, pero aproveché y me inscribí. Tiré para Ordes, para o Mesón do Vento, con unas sensaciones raras porque estaba muy bajo de forma física y bastante saturado mentalmente por tener muchas cosas en la cabeza estos días.
El sábado por la mañana la media: de meter tranca, así que sin patas poco se podía hacer. Por la tarde el sprint, que fue la prueba en la que hice honor al nombre de este blog. Y el domingo la distancia larga: tres cuartos de lo mismo, incapaz de mover desarrollo, y además con un fallo gordo de orientación en la parte final.
¿Y qué pasó en el sprint? Pues que salí muy enchufado y motivado, esforzándome hasta el jadeo, concentrado y metido en el mapa, y desplegando un pilotaje agresivo, en muchas curvas al borde de la caída. Iba hilvanando caminos y balizas con soltura y yendo a más, apreté el culo hasta el final dando lo que tenía, y entré en meta contento y satisfecho. El resultado era bueno, para estar en los puestos delanteros. Pero mi gozo en un pozo porque cuando fui a descargar el SportIdent… ¡error en tarjeta! Al parecer me había saltado un control. Me dieron ganas de protestar y pedir que revisasen, que seguro que el Air del SIAC no había funcionado. Pero, antes de hacerlo fui a mirar en mapa y, efectivamente, tocaba resignarse y volver a la furgoneta a morderme el labio. Debió ser que con tanto esfuerzo no me llegaba bien la sangre a la cabeza. Una pena.
Foto, del momento justo anterior a la equivocación, del álbum de Rodrigo, compartida en la web de Gallaecia Raid.
Casi cinco años llevaba sin correr ningún raid (creo). Y estaba algo tristón por el tema y por las útlimas experiencias al respecto. Pero tras múltiples sesudas reflexiones y negociaciones de alto nivel diplomático, he decidido cambiar el chip al respecto: si van surgiendo posibilidades de correr con uno o varios equipos, si son gente maja y me coincide bien, independientemente de la categoría, adelante. Vamos, que de momento soldado para varias misiones, y puede que en futuro incluso mercenario (como ya he sido en otras facetas de mi vida ;-).
Para empezar, he ido con los pichones JV y AC a un par de pruebas de la liga gallega y, dentro de las condiciones en la que íbamos, lo pasamos bien:
LGR Becerreá, organizada por el club Fluvial de Lugo. Frío, mucho frío. Aquí estrené de verdad la Santa Cruz Hightower, y cuando fui a quitarla del portabicis estaba cubierta de escarcha. La S1 de MTB fuimos AC y yo, tenía de inicio unos rampones del copón, y luego una zona más plana y mojada. A la S2, un trekking, salimos JV y yo, lentos pero constantes, y con algún destello de buena orientación. La S3 era otra MTB que volvía al pueblo, y la hicieron AC y JV ya con el tiempo algo mejor aunque seguía fresco. Yo ya estaba medio cambiado porque a la S4 iban a salir ellos también, pero al final hubo un cambio de última hora y salimos de nuevo JV y yo a hacer un breve score urbano por el casco urbano de Becerreá, cansadillos, pero contentos. Unas horas después recibimos nuestro premio en un restaurante de un gimnasio en Outeiro de Rei que fue un auténtico descubrimiento.
LGR O Covelo, organizada por Xesta. En la bici de la S1 sufrí un montón en las subidas, me dolía la espalda y el estómago, y las patas no iban; menos mal que mi compañero JV tuvo paciencia conmigo. Por eso no me explico como en la S2, un trekking con algo de desnivel que hicimos de nuevo los dos, me fui encontrando cada vez mejor y acabé con fuerzas de sobra. Aquí JV tuvo un par de problemillas y por un momento me preocupé. Este deporte es así, un momento vas bien, luego mal, luego recuperas; y el equipo está para cuidarse y ayudarse mutuamente. Mientras nosotros loqueábamos con el mapa en el monte, AC hacía una baliza acuática en la transición de la playa de Ponte Maceira: teníamos miedo de que hubiese que nadar mucho en el agua fría, pero por lo que luego vimos, no lo pasó mal. A la MTB de la S3 salieron ellos, reconectando con el pueblo. Y luego vino la sección maldita. Nos habían advertido de que la S4 era un trekking jodido, que varios equipos habían salido, cogido una o dos balizas, y regresado. Salimos AC y yo, un poco con la mosca detrás de la oreja… y la cagamos un poco. Pillamos los 3 primeros controles, que no estaban fáciles, y decidimos saltar a los finales, porque el resto estaban lejos y no dábamos. Pero un fallo de orientación, y la presencia del río de por medio, nos hicieron recular para no entrar fuera de tiempo. Apretamos lo que pudimos, pero nos pasamos ¡por 15 segundos! Dándonos igual los puntos y la clasificación, un par de minutos sí que nos cagamos en la puñeta. Pero riéndonos, claro.
Este 2021 me había propuesto hacer la serie completa de brevets, pero no pudo ser. Tras el ventoso 200, el húmedo 300, y el peregrino 400, no pude asistir al 600 del CC Riazor porque me coincidió con un par de asuntos personales más importantes. Pero tenía ganas de más, y todavía quedaba el verano por delante. Podía haber buscado la distancia que me faltaba en algún organizador más lejano (de hecho, me recomendaron que fuese paso a paso), pero, tirando de mentalidad Gumby, y aprovechando que cerca de casa se organizaba una cerca de casa, aproveché para dar el salto a las 4 cifras.
La Asturica Augusta es una super brevet o randonnée de 1200K (por lo tanto con un límite de 90h), organizada por el club Astorga Randonneurs, cuya propuesta es sencilla: recorrido circular y «asequible», pasando por todas las provincias de Castilla y León, y en autosuficiencia «total», salvo un punto de control a modo de base de vida, y lo que vayas pillando por ahí.
El día D llegué a Astorga a media mañana, unas horas antes de la salida. Aunque tenía lo del equipaje medio pensado, al ser totalmente novato tenía muchas dudas y quería preguntar varias cosillas y cotillear en las bicis de los demás (que había de todo, por cierto: desde bicis racing a auténticas cicloturistas, desde multi-gadgets a minimalistas…). Esas charletas previas me dejaron algo intranquilo por algunos de los comentarios que escuché (sobre experiencia, paradas, dormidas…). De todas formas, los interpreté como consejos (es decir, teniéndolos en cuenta e ignorándolos a partes iguales), y seguí lo planeado: no cambié nada ni en la bici ni en el material, y mantuve el plan «a la brava» e ir viendo.
Era el lunes 23, y a las 17:30 formamos la parrilla (unos 140 randonneurs), para dar una pequeña vuelta neutralizados por Astorga, y antes de las 18 ya estábamos pedaleando libres hacia el SE. Intencionalmente me puse detrás de todo, sin pretensiones. Pero, aunque no quisiera, hubiese quedado igualmente de farolillo rojo porque la peña salió a fuego y en las primeras rectas ya los perdí de vista.
Hasta Camarzana de Tera (PK62) fui algo preocupado porque tenía varias molestias en las piernas, no pillaba postura, me sentía algo desubicado, y además pasaban los minutos y no encontraba a nadie. Vamos, un comienzo poco halagüeño. Por la N631, ya anocheciendo, empecé a pillar algunas unidades y en un pueblo llamado Montamarta paré a comer algo sólido en un bar y me encontré con parte de la grupeta gallega, con la que compartí los siguientes tramos. Esto, y que llegase la noche, me animó un poco.
En general el terreno fue fácil hasta Zamora, y luego hasta Salamanca, a la que llegamos en gran grupo a las 2AM, dejando alucinado al dependiente de una estación de servicio en la que repostamos. Imaginad el tipo cuando le aparecen en plena madrugada un montón de tipos en bici y le agotan el stock de Aquarius, Donuts… Fijo que al día siguiente lo contó en casa y a los compañeros.
A medida que nos acercábamos a Ávila la cosa se iba poniendo más rompepiernas, y esa primera noche hizo un frío que pelaba. Mucha gente paró a desayunar con calma junto a las murallas, pero yo no iba bien, y si paraba igual no arrancaba. Además, estaba congelado y prefería esperar a que saliese el sol de verdad para hacer una parada tranquila. Así que la salida de Ávila fue matadora: justo cuando empezaban las rampas duras estaba tiritando y en reserva, y en Navalperal de Pinares ya no podía más y me quedé un rato en un pequeño bar donde la camarerá flipó con la sucesión de colacaos que me pimplé.
Se aproximaba lo duro, la sierra madrileña, y llevábamos algo más de 320Km, así que retomé el pedaleo con calma. Ahora el sol daba bien y los rampones se sucedían. Rodaba solo, distraido con el paisaje y, sin saber bien cómo, me di cuenta de que me había perdido. Aparecí en el Puerto de la Cruz Verde, uno de los PC de la ruta, pero bajando, por una zona que no debía. Hablé con un chico de la organización que estaba controlando en la rotonda, y que tampoco entendía como había aparecido por donde no era. Al revisar con él el mapa comprobé que no había tomado un desvío a la derecha en las Navas del Marqués, ni me había percatado que llevaba varios kilómetros fuera de track porque la línea de esa carretera en la cartografía era del mismo color que la de navegación (a veces cuesta distinguir bien los colores en el Dakota 20 cuando hay mucho reflejo exterior). Fue un momento de dudas: iba fundido y con muchas rozaduras, y en ese momento bajo de moral, y si tenía que deshacer camino para bajar a Robledo de Chavela, igual plantaba allí mismo. El voluntario me dijo que bajase out-of-the-track hasta Fresnedillas de la Oliva (era el que CP que me había saltado, y si no lo pillaba ya no habría opción de homologar la brevet), y que allí retomase el recorrido con normalidad.
Hice caso y bajé. Tomé allí un pinchito de tortilla revitalizante ya que se avecinaban puertos, y justo al mediodía arranqué. El puerto de la Cruz Verde (ahora sí por el trazado correcto), me gustó, la verdad. Paré en una fuente a rellenar los botelllines y al ir a echar las sales, se me vuelca parte de la bolsa y me cae todo el polvillo por la ropa y la bici. Vamos, que arranco de allí pareciendo un farlopero.
Luego, pendiente del GPS más de lo debido por ir ya con desconfianza, tiré en bajada y llaneo por El Escorial y Guadarrama, y en los Molinos de nuevo hice parada técnica. El puerto de Navacerrada ya no era coña, así que pensé en quedar allí unas horas a descansar, esperando también a que bajase algo el sol, porque el caloraco era mortal. Sin embargo, al final no estuve allí mucho rato, porque no quise arriesgarme a sufrir en marcha el tormentón que se estaba levantando. El puerto es chulo, pero con las bolsas y la patas cargadas, cada kilómetro se vive con intensidad. Justo al coronar, empezó a descargar la lluvia, de la que pude escapar. Me salió bien la jugada.
El asfalto de la otra cara del puerto está bastante reventado, así que hubo que bajar con los cinco sentidos. El Real Sitio de San Ildefonso llegó rápido, y Segovia también. Luego todo se me atragantó un poco: el cansancio, el calor de media tarde, los repechos constantes… Iba un poco modo autómata. Después de Torrecaballeros incluso me colé un cruce y tuve que volver para atrás. El sube y baja encadenando pueblecillos por carreterillas entre campos era bonito, pero tenía unas sensaciones super raras: unas partes del cuerpo dormidas e insensibles, mientras otras latían de escozor e inflamación. Y se acercaba la segunda noche, que tenía pensado hacer del tirón… pero algo en el cerebro me decía que era imprescindible hacer un buen pit-stop.
Desconocía las dinámicas de este tipo de pruebas, y me sorprendió que la mayor parte de la gente tirase de hotel por las noches (algunos incluso llevaban ya las reservas al tener el recorrido programado). En ese momento lo entendí: hay veces que es necesario para no entrar en la épica inútil. Así que en Riaza, con 520Km encima, me metí en el primer hotel que pillé. No cené, pero la larga ducha, los ungüentos en las múltiples zonas irritadas, y 4 horitas en una cama, me vinieron de perlas.
Al arrancar a las 6:00 me encontré con un andaluz y unos mallorquines que habían dormido también por allí. Salimos juntos y en la primer hora se fue uniendo gente que nos cogía y a la que cogíamos. En grupeta y a relevos, todos «descansados», y por una zona tirando a llana, durante unas horas progresamos muy bien. Pasamos el Burgo de Osma, Ucero, y llegamos a la que era mi primera referencia interna: las curvas de herradura del cañón del Río Lobos y San Leonardo de Yagüe (conocía la zona de haber estado recientemente por allí con motivo del CE de MTBO). En esta zona el grupo se rompió, y volví a rodar solo toda la N234 hasta Soria, y luego hacia el NW hasta Valdeavellano de Tera.
Poco antes me pilló la grupeta mallorquina y me uní a ellos, tanto en el pedaleo como en las paradas de avituallamiento. Muy majos ellos, me fueron ayudando por un terreno ondulado que se me hizo durillo: Molinos de Duero, Covaleda, Duruelo… No me daba llegado Salas de los Infantes, donde estaba el pabellón que la organización tenía como local de apoyo, en el que teníamos una mochila intermedia y varios servicios a nuestra disposición: colchonetas, comida, baños, etc. Y me hacían falta todos porque tras 780Km iba de nuevo con los testigos de warning en rojo. De haber llegado más tarde, igual me duchaba y me quedaba a dormir allí un rato. Pero todavía había luz natural así que aunque la parada fue tranquila (evacuar, comer, beber, cambiar ropa, reordenar bolsas…), salí de nuevo al ruedo en cuanto pude, sin anular todas las alertas del cuadro de mandos.
En los primeros metros me uno a un cordobés y dos murcianos. Metiendo más plato del que esperaba, y de nuevo de noche, avanzamos por la N224 a muy buen ritmo. No di relevos porque ya bastante me costaba mantenerme a rueda: rodaban como bestias. Justo antes de llegar a Burgos, una emboscada: desvío a la derecha hacia Modubar, y nos regalaron unos repechos y carreterillas juguetones para entrar en la ciudad. Era tarde, no había casi nadie por la calle, y volvieron la bajona física y los dolores varios. De nuevo sin cenar, y de nuevo solo me meto 4 horitas en un hotel.
Así como de Riaza partí «fresco», saliendo de Burgos antes del amanecer me sentí bastante flojo, de fuerzas y de coco. Supongo que se sumó todo: el déficit de alimentación y de sueño, los más de 830Km en las patas y en el culo, y demás familia. Iba muy descentrado, pedaleando por inercia, pero sin saber bien ni cómo iba. Además toda la zona de Sasamón, Castrojeriz, Astudillo, Palencia y Ampudia, aunque era casi toda llevadera, o tal vez debido a ello, se me atragantó un poco: mucho rato en la misma postura, tendencia a atrancarme de desarrollo, falta de distracción… Tal vez fue el tramo donde tuve que tirar más de cabeza.
Tras muchas horas sin ver a nadie, degustando un refresco en el suelo de la gasolinera de Ampudia empezaron a llegar participantes, muchos de ellos a los que creía bastante por delante, lo que me animó un poco (no debía ir tan mal). En los kilómetros siguientes, en dirección a Valladolid (la única capital a la que no llegamos a entrar), estaba para mi el segmento-tortura del recorrido: una recta de casi 10Km totalmente bacheada que te dejaba el culo y las muñecas hechas fosfatina. En Mucientes me reencontré con la grupeta mallorquina, con la que compartí mesa y mantel. La siguiente zona fue llana, pero el calorazo y un viento de mil demonios, hicieron que sufriese y me desquiciase un poquillo.
Tan asfixiado iba, que en Medina de Rioseco paré con la única intención de tomar un refresco frío y un helado. Casualidades, justo en el mismo quiosco estaban los mallorquines haciendo lo propio. Me dijeron de unirme a ellos, y la verdad es que fue un gran acierto: las siguientes horas me protegieron y se portaron conmigo de maravilla, así que les estoy agradecido. El siguiente tramo, hasta Valencia de Don Juan (íbamos ya a por los 1100Km), pese a no tener grandes pendientes, era pestosillo: carretera ancha, tráfico por momentos, ondulado pero con tendencia a subir… Luego de allí a León, otra vez con linterna y chaleco, se llevó mejor.
Todos con los que hablaba iban de hotel de nuevo en León. A mí me parecía una tontería con lo poco que quedaba (menos de 100Km), y además precisamente una de las cosas que iba buscando era la aventurilla esa de estar solo por ahí en la oscuridad. Tenía dudas, pero una gran M amarilla junto a la carretera aclaró mi pensamiento: un McRepostaje enriquecido, una mini siesta en la propia mesa junto a unas chavalas todas maqueadas que se iban de fiesta, y salí yo también a disfrutar de la fresca pero clara noche leonesa.
Quedaba el puerto de la Hoja que subí tranquilito, sin coche ninguno a eso de la media noche, y que se me hizo fácil. Luego venían unas carreterillas más humildes para llegar a Rioseco de Tapia, y en Villanueva de Carrizo cambiamos de carretera para encadenar pueblos en una zona plana por el valle del río Órbigo. Supongo que en parte por la adrenalina de saber que estaba cerca de meta, iba alegre, cantando, e incluso a buen ritmo. Desde luego, de León a Hospital de Órbigo, fue el tramo que más disfruté de toda la super brevet.
Cuando me incorporé a la N120, lo que no me apasionó (porque la carretera no tiene mucha gracia, y además pasaban muchos trailers incluso de madrugada), y aunque quedaban un par de repechillos, tuve claro que el curre estaba hecho. Así que gasté lo que quedaba: desarrollo, pedalear de pie, actitud de apretar… Y a las 3 y pico de la mañana del día 27 estaba en Astorga: contento, dolorido, y con una sensación extraña, como de que en ese momento no quería parar (mi biomecánico estaría orgulloso), quería más tiempo y más kilómetros.
Me di una larga ducha caliente en el pabellón, comí un par de hojaldres Alonso (en realidad el mótivo principal de haberme inscrito en este sarao), y sin desmontar nada de la bici me fui a dormir un rato al coche. Después de amanecer todavía me dio tiempo de ver como iban llegando otros participantes, charlar con la gente, y ver la entrega de premios (en la que, por cierto, me tocó un casco en el sorteo de regalos: debe ser la primera vez en mi vida que me toca algo).
En resumen, medallita de finisher, con un recorrido de unos 1230Km y unos 11000mDa+, que hice en unas ¿81h? de tiempo corrido. El recorrido tuvo tramos que no me molaron mucho, pero otros muy chulos. Y tuve bastante suerte con el material (quitando la visibilidad de la pantalla del GPS y algunos apagones de iluminación), especialmente con la Giant Defy, que no me dio ni un problema.
Todavía sufro algunos efectos secundarios diversos, pero ha sido una experiencia interesante, que me gustaría probar con colegas (casi todo el mundo iba en pandilla), y también en un formato «más aventura». De momento, a descansar… y a planear.