Trail do Castelo 2016

Tras los parones y los bajones es complicado volver al ruedo. En esos momentos es fundamental que te pique el gusanillo de hacer algo (no necesariamente una carrera), o que algún amigo te tire del aire para ver si arrancas. En este caso un par de amiguetes iban a ir al Trail do Castelo, 1ª prueba del Quiroga Trail Challenge, y me animaron a apuntarme. Había escuchado que la prueba es durilla, y además ellos se anotaban a la intermedia, así que allla fui: para el ultra no estaba, pero intentaría el trail.

Tiramos para Quiroga los tres AV, SM y yo (porque el gran FA al final fue por otro lado), para llegar el viernes con tiempo de ver el ambiente y cenar tranquilos. La maleta iba cargada de ropa porque las condiciones meteorológicas estaban de lluvia y nieve, pero aún así al levantarnos teníamos la misma duda los tres: ¿qué llevar puesto? Toda la noche había llovido, pero parecía que despejaba; la parte alta estaba con bastante nieve, pero en la baja seguro que sobraban capas. Personalmente no me compliqué la vida: a los ritmos percherones en los que yo me muevo, llevar un kilo más o menos en la mochila no marca diferencias. Así que mejor que sobre a que falte.

Todavía de noche nos ponemos en el arco de salida. Le digo a AV que al principio voy a procurar ir de último, y así hago pero literalmente. De hecho, el primer kilómetro voy conversando con RV, amiguete al que hacía tiempo que no veía porque se embarcó en un viaje hasta Nepal en bicicleta, y que va de corredor escoba. La intención era salir muy tranqui, conservar, y procurar adelantar para irme animando.

Primeros kilómetros por asfalto, cruzando una aldeita en ligera subida, y llegamos al monte. Primero caminos y pistas, más subiendo que bajando, con las primeras mini-petadillas. Después pillamos un senderillo por el cauce de un fresquito río que tuvimos que cruzar una y otra vez. En esta zona trasera hay bastante atasco, y además al estar todavía más embarrado que para los de cabeza, hay gente que le cuesta progresar. Yo también tengo problemas de tracción porque no llevar el calzado adecuado, pero voy avanzando. Participan un grupo abundante de canarios, y van flipando con el terreno y con lo de cruzar el riachuelo: nos reímos, y así van pasando los metros.

Salimos del cauce, ganamos altitud, la volvemos a perder, y llegamos a una zona de subida con pista ancha y más corrible. Ahora la nieve ya es abundante. En la zona alta todo es blanco, hay ventisca, y no se ven las marcas ni la huella del que te precede. Durante un rato sopla por la parte izquierda y la sensación es mala, así que decido apurarme un poco, para salir de allí cuanto antes y para entrar en calor. Tanto apuro que… ¡zas!, resbalón y culada contra una piedra. Una caída seca de esas en las que notas que estás gordo porque vibran las chichas… y hasta el terreno vibra. Me levanto medio mosqueado, pero no hay daños graves. Empieza la bajada y al rato la nieve ya es menos profunda. Otra zona de caminitos y de barro, y en una rampa de lodo propia de Humor Amarillo me vuelvo a deslizar con el pompis pero con mucho arte. Estábamos por la mitad de carrera, donde se separaban los del ultra.

En la parte central estaba el recorrido que esperaba al venir al Courel: caminos con losas de pizarra, alguna pista ancha, atravesar un par de aldeitas, mucho verde y agua,… Había un trozo grande bastante favorable, que permitía trotar (porque yo para correr no daba), en el que nos iban cayendo copitos de nieve, y que dejaba a nuestra izquierda una bonita cascada. Momento para disfrutar. Aunque no duró mucho, porque otro trozo picando hacia abajo, y unos kilómetros más adelante, mega-bajada, tunel, y mega-subida, y para rematarla el camino llano posterior tan embarrado que tocaba un poco los huevos. En este tramo hice algo raro, porque perdí las marcas un momento, retrocedí, volví a donde estaba, y me encontré un corredor. ¿Pensé que iba mal e iba bien? Todavía no lo sé ahora.

A lo tonto, llega el último avituallamiento. Avisan de que queda una subida dura, pero no me preocupa mucho: no voy tan destrozado como esperaba, y además no tengo prisa. Echo en falta los bastones, pero pensando dos chorradas ya me pongo arriba. Desde esa zona alta, un par de repechos por pista de gravilla, ya con Quiroga a la vista, una larga bajada con tramos rotillos, y llegamos al Castillo y el Camino de Santiago. Parecía que ya llegabas, pero quedaban unos kilometrillos en falso llano, para volver a mojar los pies y rematarte las piernas, que desembocaban en la aldea inicial. Vamos, que un par de kilómetros y estaba la meta. Las piernas no quieren trotar por el asfalto, y aprovecho para parar a echarle una mano a un discapacitado que no podía abrir el paraguas desde su silla de ruedas. Mientras hablo con él, veo que vienen dos corredores a unos segundos. Me entra el orgullo, y troto hasta meta para que no me pillen. Eso sí, cruzo el arco, y directo para la AC para ducharme porque el destemple era considerable.

Misión cumplida: acabar. Sinceramente, 45.4km con 2600mDa+, terreno complicado y bastante nieve, en 7h25min, y tal como están siendo estos meses de bajón, es mejor de lo que esperaba.
La carrera es durilla, por el terreno y por los condicionantes, de esas que después en las redes sociales la gente califica de épica (why?). La organización no estuvo mal, aunque el marcaje se podría mejorar, y tengo alguna duda respecto de cómo tenían de atada la seguridad. Por cierto, no voy a entrar en si el ultra se debió celebrar o no, pero no me hizo mucha gracia que el propio speaker bromerara con lo del material obligatorio: muy pedagógico desde luego no fue.

Con retraso… Ultra Trail Aldeas do Courel (GMTA#4)

Desde luego, todo lo relativo a esta carrerilla ha ido con retraso: decidí ir la misma semana de la prueba, me inscribí el último día,… y escribo esto cuando ya pasó más de un mes. Y es que esta primavera ha sido dura de curre, de entreno casi nulo, y de poco tiempo libre. Parezco un tío ocupado y todo, eh?<


El caso es que al final conseguí cambiar el trabajo del sábado para el domingo, y preparé todo a última hora para ir hasta Seoane do Courel a esta prueba que me venía bien para hacer una «tirada larga». Llegué cuando ya había finalizado la charla técnica, así que el viernes sólo dio para conducir y para estar un rato con RD (al que encontré allí), y al coche a cenar y dormir (¡viva los familiares!), ya que obviamente no tenía habitación en ningún lado. Por cierto, llevé el saco de verano, y pasé frío, porque de noche la temperatura cayó de coj…

Por la mañana había mucho ambientillo en el CEIP Uxío Novoneira, con los corredores del TAC (la «corta») y el UTAC (la «larga»), listos para la salida, o eso se suponía porque sé de alguno que no tenía puesto ni el dorsal. Poco después de las 9 horas, con bastante buen día, arrancamos. Al principio muy lentos por eso del atasco… ¿qué digo atasco? ¡Parón! Y es que tras la primera cuesta, al entrar en esa preciosidad llamada Val das Mouras, los de la zona de cola estuvimos unos 20 min. totalmente parados, y no supe muy bien el porqué. Había dos pasos algo técnicos, pero nada del otro mundo ni para estar tanto rato. Bueno, sirvió para charlar con algunos conocidos del foro de montaña de CeG.

Cuando se reanudó el movimiento, toda la zona del río Lor y los clásicos caminos hacia Vilamor y Froxán, fui muy tranquilo. Sólo progresé un poco tras el trozo técnico y enfilar de vuelta hacia Seoane, otra vez por los caminos de pizarra, por el otro margen del río, y por la petada tras el último avituallamiento del TAC.

Con un crono muy discreto, pues no las tenía todas conmigo de que pudiese acabar, llegué otra vez al cole. Unos minutos para comer, cambiar ropa, rellenar mochila, y coger bastones, porque ahora toca subir bastante. Bastante, o más, porque la subidita a la Devesa da Rogueira es preciosa, pero muy dura; y con el sol en la chepa todavía más. Y aún por encima la parte final estaba cerrada de vegetación baja y costaba progresar. Pero al llegar a la carretera la cosa se puso fácil: caminos de tierra y hierba, tirando hacia abajo casi siempre (aunque algún trozo cabrón y de asfalto había), y en menos de lo previsto, llegamos al punto de control del camping.

Desde aquí parecía que ya estaba hecho: llevaba unos 60km, lo duro había pasado, el calor ya no era tan fuerte,… Pero tras un tramo picando bien, justo después de un cruce con una carretera, ¿por dónde se va? Miro a un lado, a otro, y hasta que inclino la cabeza no encuentro las cintas, allá arriba. El regalo de Mr. Moutinho: subidotes por varias fincas, llenas de ortigas y enlazadas por regatillos para hacerlo más interesante. Así que a tirar de bastones, a mojar los pies,… y a tener paciencia, que ya faltaba menos.

Yo iba fundidillo, normal para el estado de forma que tenía, y empezaron los problemas de patas, aunque la cabeza iba bien. En un camino llegando ya a la última bajada rota, a un grupo de 4 nos pilló un atasco con unas vacas que nos obligó a esperar unos mintuos. Los aproveché para comer y beber, mentalizarme de que no iba a parar (me propuse llegar antes de que hiciera falta el frontal), y surtió efecto: los últimos kilómetros de pista fácil por la parte superior del pueblo cayeron a buen ritmo. Y mejores sensaciones todavía cuando llega el cruce, subes la carretera, rodeas el colegio, y… ¡meta!

Conclusión, quedé muy contento: chaleco de finisher (con el que no contaba a decir verdad), circuito variado en un entorno precioso, resultado discreto pero digno (unos 80-y-poco km, 3750mDa+, en 12h42min), y con la cabeza bastante centrada. Lo único malo: terminar y ponerse a conducir varias horas para llegar a casa de madrugada, ya que a las 9am había que currar.


Imágenes tomadas de la web de GMTA y de sus álbumes compartidos en CeG. Gracias.

GMTA’12 #5: Ultra Trail Aldeas do Courel

Segunda visita este año del circuito GMTA al Courel, y en esta ocasión con dos versiones: la corta, de 35km, y la larga, con 80 (o algo más); el aquí presente fue uno de los más de 100 que nos decidimos por la segunda opción, denominada por los organizadores UTAC.

Tras unas horas de solitario viaje, el viernes tuvimos una pequeña charla técnica en el colegio de Seoane do Courel a cargo de Moutinho, donde me enteré de que se podía dejar una mochila de asistencia intermedia. Después volvi por «una maravillosa carretera», al pueblo de Folgoso do Courel, para dormir y preparar la logística, pues aún tenía dudas sobre material y alimentación. Ya el sábado, y con la ansiedad típica de los momentos pre-carrera, vuelta a Seoane, vestirse y coger mochilas y, casi sin darnos cuenta, ya estábamos saliendo.

La primera parte del recorrido era casi igual para ambas pruebas. Salimos por una empinada bajada de cemento, y ya pillamos las primeras subidas por monte, que nos llevaron a una zona auténticamente preciosa, el Val das Mouras: enormes bolos de piedra cubiertos de un espeso musgo, y con grandes agujeros entre ellos (supuestamente antes era una cueva cuyo techo se vino abajo). No se podía correr, pero el entorno valía la pena. Después una zona de caminos varios nos llevó hasta el valle del Lor, cuyo curso fuimos siguiendo durante un buen rato, teniendo cuidado de no resbalar en las losas de pizarra y en los pasos expuestos y puentes.

Cuando el pelotón se estiró un poquito, y cayó el primer chaparrón, empezamos a hacer grupetas por ritmo, de momento tranquilo, pues quedaba mucho. Y a lo tonto fueron cayendo kilómetros hacia la zona de Vilamor y Froxán. Aquí tuvimos un tramo en el que nos separamos de los corredores del TAC, aunque al volver a juntarnos nosotros llevábamos 5km más (con su desnivel correspondiente), y habíamos visitado la «polémica zona técnica-peligrosa» del año pasado. A partir de ahí volvíamos a los caminos y senderitos sube-baja para enfilar de nuevo hacia Seoane.

Cuando parecía que ya llegabas, justo después del avituallamiento que salía del río, toma… ¡una pared! No era larga, pero me fundió bastante. Y después una especie de llaneo interminable, con Seoane a la vista (aquí empezaron las molestias), y subir la empinada rampa de cemento, ya en el pueblo. ¿Mitad completada? Nooo. A unos 200m de la carpa, regalito: rodeo para llegar por detrás, con un tramito que había que subir con cuerdas.

Los primeros 40km ya estaban, pero las sensaciones no eran muy buenas. Esta primera mitad no fue muy dura en cuanto a pendientes, pero fue muy rompepiernas, y con terreno muy roto, del que te obliga a pisar raro e ir cargando las rodillas, tobillos y pies. Así pues decido parar con calma: como algo, cambio calcetines, preparo sales, cojo bastones,… ¡y a por lo que quedaba!

Bajamos hacia el aula científica de la USC, apuntamos hacia el NE y venga, ahora sí, a ganar desnivel. Una subida, un poquito de descanso, y otra vez a subir… y un sendero para arriba… y un barrizal en subida, etc. Íbamos mucho rato por el GR8, metidos en una espesa zona boscosa, y visitando pequeñas aldeitas, como el propio nombre de la prueba indica. Este tramo se me hizo tremendamente duro y solitario. Sentía las rodillas muy reventadas y las fuerzas ya flaqueaban, así que tuve que caminar mucho rato.

Ya arriba, con un paisaje precioso y una vegetación más abierta, cogimos pistas más anchas que nos llevaron al Cebreiro, donde estaba el avituallamiento más esperado y un control de material obligatorio. Fue muy simpático, y hasta emotivo, que los peregrinos que por allí andaban nos animasen tanto y nos mirasen con admiración. Hasta te daba fuerzas, y a mí me hacían mucha falta, pues las rodillas iban a peor (por momentos dudé incluso de si podría acabar).

En teoría ahora venía lo fácil: ir hacia Hospital por el Camino de Santiago y bajar de vuelta a Seoane. Pero llegó el momento de crisis: no podía trotar ni en los llanos, mucho menos en las bajadas. Así que, manteniendo la fortaleza mental, procuré alimentarme e hidratarme y avanzar siempre aunque fuese caminando. Aquí me pasó un montón de gente, pero no me importaba, pues estaba sufriendo y sólo quería acabar.

Mal que bien, pude llegar al último avituallamiento, en el kilómetro 70 y pico, donde aproveché para poner el cortavientos y el frontal, pues faltaba poco para anochecer. Sólo quedaban unos kilómetros con unas pocas subidas, que se las trajeron lo suyo (¿o sería la falta de energía la que hacía verlas mayores?), como una por la que bajaba un regato, y bastantes bajadas: algunas empinadas y rotas (pasábamos por la Mina da Toca), otras más suaves y limpias. No sé si fue porque los nutrientes hicieron su efecto, porque recuperé las piernas de caminar sin forzar, porque ya me veía finisher, o cuál fue el porqué, pero la última parte me encontré mejor. Incluso los últimos kilómetros de rodeo a Seoane los corrí a buen ritmo bajo la luz del frontal. Un par de curvas, y así, de la nada, aparecieron la carretera y la meta. Y con ellas: felicidad, emoción, tranquilidad, relajación,… (y también, por qué no decirlo, frío, hambre, dolores múltiples,…).

En conclusión, para mí ha sido una prueba dura, muy dura. No por los números que finalmente salieron (84km, 3800Da+, casi 13h), sino porque el terreno en la primera mitad, y la pendiente en la segunda, marcaron la carrera. Y aún habiendo pasado muy malos momentos, y pudiendo haber hecho menos tiempo con otro planteamiento, acabo muy contento: una, por ser finisher (que era el objetivo), y otra porque mentalmente he ido muy bien (gestionando el coco, adaptándome a las situaciones, y disfrutando en la medida de lo posible). Otra experiencia.




Imágenes: web del UTAC y álbumes tomados de CeG: Juan y GMTA (Banderas, Moutinho y Safardatxo).

Paseos y agridulce GMTA’12 #3: KV do Courel

Este fin de semana anduvimos de paseo. Aprovechando que nos acercábamos al Courel y que, además de tiempo, teníamos pendiente un bono para una casa de turismo rural, RL y yo nos fuimos a dar una vuelta por la provincia de Lugo.

El viernes y la mañana del sábado estuvimos en el sur de la Terra Chá. Visitamos Vilalba, y nos alojamos en la habitación Gaudí del bonito Pazo de Verdes, a unos 500m de la interesante Laguna de Cospeito, por cuyas rutas dimos unos tranquilos paseos mañaneros.

El sábado por la tarde, previa comida en Sarria, nos fuimos a Folgoso do Courel, para la 3ª prueba del GMTA, aunque podíamos haber dejado la recogida del chip para el día siguiente, pues no hicimos mucho allí, y por la charla técnica no valió mucho la pena esperar, la verdad. Además a mi me cogió el frío, como pude comprobar cuando bajamos a dormir al albergue de Quiroga (menudo contraste con la noche anterior), y empezó a dolerme la garganta y la barriga.

Al día siguiente volvimos a Folgoso ya para la carrera. Era la primera vez que se disputaba un kilómetro vertical en Galicia, y la mayor parte de los que allí estábamos éramos novatos en el asunto. Y además el recorrido asustaba, pues la parte que se veía desde abajo parecía muy dura. Y el Pía Paxaro se veía muy alto: sólo a 4.5km de distancia, pero 1000m más arriba.

Yo no las tenía todas conmigo: no me encontraba bien, subir no es lo mío (más bien lo contrario), no conocía el recorrido,… Vamos, que no sabía qué hacer. Al final decidi ir con bastones y salir muy despacio y reservón (para asegurarme de no petar).

Cuando llegó mi hora de salida, pues era individual en plan contrarreloj, salí tranqui y dispuesto a caminar cuando la cosa se pusiera brava… lo que pasó en breve. El tramo inicial era muy empinado, con trozos de pizarra en el suelo, y zonas húmedas y resbaladizas. Me lo tomé con calma. La siguiente zona era en una sucesión cortafuegos-pista-cortafuegos, en la que se podía trotar y por momentos correr, pero yo seguía reservando. Después se subía otro cortafuegos, una bajada de 100m (la única que había), y otro cortafuegos recto que te llevaba… ¡hasta el Pía Paxaro! Fue cuando me di cuenta de que esto se acababa y yo aún no había «forzado». Así, apreté un poco más en ese tramo final, pero la reacción ya llegaba tarde: fin del cortafuegos, unos metros rápidos, y ya se coronaba.

Mientras bajaba, corriendo, obviamente, tenía una sensación extraña. No sabía si estar triste por no haberme vaciado y por haber hecho un mal tiempo, o contento por acabar sin ningún problema y tirando con fuerzas los últimos metros (no iba «sobrado», pero por la tarde no estaba ni cansado, y el lunes entrené con normalidad). El caso es que hice 1:03:23, y podía haber hecho mucho menos.

En cuanto a la organizaçao, sigue siendo buena (circuito bien marcado, innovación en el cronometraje, merendola final,…), pero cada vez parecen menos serios: anunciaron varias cosas que después no hubo (pantalla de tiempos en la salida, sorteo de regalos,…), publicaron una lista de salidas que después se cambió, y alguna otra cosilla que se podría objetar.





Fotos: álbumes y web de GMTA y de Marco Nair.

GMTA: Folgoso do Courel (3/5)

En unos días en los que la mayor parte de españoles estaba pendiente de uno de los 5 «partidos del siglo» que se iban a disputar en unos días, marchamos para tierras del Courel para correr la prueba más larga del circuito: 32km según la organización, 34km según los participantes (en el monte como en las manifestaciones, con los números nadie se pone de acuerdo), y 1400mD+ según mi Polar.

Para mí fue la peor. Ya no estaba yo muy fuerte, aunque algo mejor que al incio del año, que, aún por encima, a los pocos kilómetros de empezar se me dio por andar a patadas con una piedra (aficiones que tiene uno), y me hice daño, rompí las zapas, los dedos sangrando, las uñas moradas,… pero fiel a mi filosofía, llegué (casi en 5h, pero llegué). Eso sí, al final sufrí de lo lindo: sin fuerzas, dolorido, pisando raro,… y rallado de la cabeza. Por cierto, y con RL písandome los talones, pues cuando yo estaba terminando de estirar y refrescarme en la fuente, apareció ella en meta. ¡Bien hecho!

Pero hay que reconocer que la carrera estaba bien y tenía de todo: bonitos valles y senderos; ¡un oso colaborando de voluntario!; un vadeo del río Lor; zonas de rodar rápido; sin petadas pero con buenas subidas; un trozo técnico (bajada en cortado, caos de rocas con musgo en el cauce del río, y a continuación subidita trialera); varios puentes tradicionales de madera, con unos clavos saliendo que daban miedo; bajadas tranquilas para disfrutar; cuestas finales para rematar a la gente; etc. Algunas personas se quejaron de que era un recorrido peligroso, pero la verdad es que no lo creo: salvo el tramo técnico (en el que había personal de la organización y sanitarios), el resto fue muy tranquilo y divertido.

A mí me gustó mucho, y eso que los últimos kilómetros, desde una aldea que cruzábamos con firme de cemento, fui arrastrándome cual sabandija; y arrastrándome literalmente, porque para que no me dolieran los pies iba procurando levantarlos lo menos posible.

En definitiva: buen finde y compañía en Quiroga y Folgoso; carrera dura pero bonita; paisajes que molan mucho; y buen detalle el del árbol de recuerdo al entrar en meta, junto con el habitual abrazo de Moutinho (lástima que se me secó, sniff).