Segunda visita este año del circuito GMTA al Courel, y en esta ocasión con dos versiones: la corta, de 35km, y la larga, con 80 (o algo más); el aquí presente fue uno de los más de 100 que nos decidimos por la segunda opción, denominada por los organizadores UTAC.
Tras unas horas de solitario viaje, el viernes tuvimos una pequeña charla técnica en el colegio de Seoane do Courel a cargo de Moutinho, donde me enteré de que se podía dejar una mochila de asistencia intermedia. Después volvi por «una maravillosa carretera», al pueblo de Folgoso do Courel, para dormir y preparar la logística, pues aún tenía dudas sobre material y alimentación. Ya el sábado, y con la ansiedad típica de los momentos pre-carrera, vuelta a Seoane, vestirse y coger mochilas y, casi sin darnos cuenta, ya estábamos saliendo.
La primera parte del recorrido era casi igual para ambas pruebas. Salimos por una empinada bajada de cemento, y ya pillamos las primeras subidas por monte, que nos llevaron a una zona auténticamente preciosa, el Val das Mouras: enormes bolos de piedra cubiertos de un espeso musgo, y con grandes agujeros entre ellos (supuestamente antes era una cueva cuyo techo se vino abajo). No se podía correr, pero el entorno valía la pena. Después una zona de caminos varios nos llevó hasta el valle del Lor, cuyo curso fuimos siguiendo durante un buen rato, teniendo cuidado de no resbalar en las losas de pizarra y en los pasos expuestos y puentes.
Cuando el pelotón se estiró un poquito, y cayó el primer chaparrón, empezamos a hacer grupetas por ritmo, de momento tranquilo, pues quedaba mucho. Y a lo tonto fueron cayendo kilómetros hacia la zona de Vilamor y Froxán. Aquí tuvimos un tramo en el que nos separamos de los corredores del TAC, aunque al volver a juntarnos nosotros llevábamos 5km más (con su desnivel correspondiente), y habíamos visitado la «polémica zona técnica-peligrosa» del año pasado. A partir de ahí volvíamos a los caminos y senderitos sube-baja para enfilar de nuevo hacia Seoane.
Cuando parecía que ya llegabas, justo después del avituallamiento que salía del río, toma… ¡una pared! No era larga, pero me fundió bastante. Y después una especie de llaneo interminable, con Seoane a la vista (aquí empezaron las molestias), y subir la empinada rampa de cemento, ya en el pueblo. ¿Mitad completada? Nooo. A unos 200m de la carpa, regalito: rodeo para llegar por detrás, con un tramito que había que subir con cuerdas.
Los primeros 40km ya estaban, pero las sensaciones no eran muy buenas. Esta primera mitad no fue muy dura en cuanto a pendientes, pero fue muy rompepiernas, y con terreno muy roto, del que te obliga a pisar raro e ir cargando las rodillas, tobillos y pies. Así pues decido parar con calma: como algo, cambio calcetines, preparo sales, cojo bastones,… ¡y a por lo que quedaba!
Bajamos hacia el aula científica de la USC, apuntamos hacia el NE y venga, ahora sí, a ganar desnivel. Una subida, un poquito de descanso, y otra vez a subir… y un sendero para arriba… y un barrizal en subida, etc. Íbamos mucho rato por el GR8, metidos en una espesa zona boscosa, y visitando pequeñas aldeitas, como el propio nombre de la prueba indica. Este tramo se me hizo tremendamente duro y solitario. Sentía las rodillas muy reventadas y las fuerzas ya flaqueaban, así que tuve que caminar mucho rato.
Ya arriba, con un paisaje precioso y una vegetación más abierta, cogimos pistas más anchas que nos llevaron al Cebreiro, donde estaba el avituallamiento más esperado y un control de material obligatorio. Fue muy simpático, y hasta emotivo, que los peregrinos que por allí andaban nos animasen tanto y nos mirasen con admiración. Hasta te daba fuerzas, y a mí me hacían mucha falta, pues las rodillas iban a peor (por momentos dudé incluso de si podría acabar).
En teoría ahora venía lo fácil: ir hacia Hospital por el Camino de Santiago y bajar de vuelta a Seoane. Pero llegó el momento de crisis: no podía trotar ni en los llanos, mucho menos en las bajadas. Así que, manteniendo la fortaleza mental, procuré alimentarme e hidratarme y avanzar siempre aunque fuese caminando. Aquí me pasó un montón de gente, pero no me importaba, pues estaba sufriendo y sólo quería acabar.
Mal que bien, pude llegar al último avituallamiento, en el kilómetro 70 y pico, donde aproveché para poner el cortavientos y el frontal, pues faltaba poco para anochecer. Sólo quedaban unos kilómetros con unas pocas subidas, que se las trajeron lo suyo (¿o sería la falta de energía la que hacía verlas mayores?), como una por la que bajaba un regato, y bastantes bajadas: algunas empinadas y rotas (pasábamos por la Mina da Toca), otras más suaves y limpias. No sé si fue porque los nutrientes hicieron su efecto, porque recuperé las piernas de caminar sin forzar, porque ya me veía finisher, o cuál fue el porqué, pero la última parte me encontré mejor. Incluso los últimos kilómetros de rodeo a Seoane los corrí a buen ritmo bajo la luz del frontal. Un par de curvas, y así, de la nada, aparecieron la carretera y la meta. Y con ellas: felicidad, emoción, tranquilidad, relajación,… (y también, por qué no decirlo, frío, hambre, dolores múltiples,…).
En conclusión, para mí ha sido una prueba dura, muy dura. No por los números que finalmente salieron (84km, 3800Da+, casi 13h), sino porque el terreno en la primera mitad, y la pendiente en la segunda, marcaron la carrera. Y aún habiendo pasado muy malos momentos, y pudiendo haber hecho menos tiempo con otro planteamiento, acabo muy contento: una, por ser finisher (que era el objetivo), y otra porque mentalmente he ido muy bien (gestionando el coco, adaptándome a las situaciones, y disfrutando en la medida de lo posible). Otra experiencia.
Imágenes: web del UTAC y álbumes tomados de CeG: Juan y GMTA (Banderas, Moutinho y Safardatxo).