Verano raro y Camino Inglés

Llegó el otoño, tras un verano raro raro: planes frustrados, muy poco deporte, problemillas de salud,… Así que vamos a poner esto un poco al día.

El plato fuerte iba a ser un viajecillo a finales de julio hasta Pirineos para ver 3 etapas del Tour de Francia, aprovechando para subir 4 o 5 puertos con la bici, después quedarnos a hacer un par de barrancos, y un trekking de varios días por el valle de Ordesa (donde esperaba correr un poco por la zona para entrenar). Pero problemas familiares de última hora nos impidieron cumplir los planes. Y gracias que al final aún pudimos ir hasta allá, aunque el coco siguiese pendiente de casa y fuese sólo para degustar un sucedáneo: ver dos etapas del Tour (la de Saint Lary Pla D’Adet que ganó Majka y la de Hautacam que se llevó Nibali), sin pedalear porque no pudimos llevar la bici, y hacer una sesión de canorafting con la gente de H2Ur cuando regresábamos a Galicia.

Pero como la sensación era de no haber tenido vacaciones hubo que buscar un plan B adaptándose a los días libres. Y como en agosto había un finde largo, RL y yo aprovechamos para hacer una rutilla en bici por el Camino de Santiago Inglés, unos 120km de Ferrol a Santiago.

Como supuestamente hay una etapa previa o etapa O que arranca del pueblo de Covas y la zona de Cabo Prior, y como me encantan los faros y ese paisaje litoral, en vez de pedalear directamente hacia el sur, primero fuimos hasta allí por carretera. Echamos un vistazo por la zona y al rato nos pusimos en camino: las baterías militares abandonadas (quien las pillara para jugar «al Equipo A» cuando niño), el carril bici junto la playa, las pistas por monte, el precioso pinar de San Xurxo, la playa de Doniños,… Todo bien hasta que empezamos a serpentear pegados al mar hacia el puerto exterior, y después en sentido contrario hacia Brión pillando algún trozo roto y peligroso. Y además no había ni dios; estaba claro que por allí no era. En algún momento habíamos metido el zueco y las flechas amarillas se habían transformado en unas marcas amarillas/violetas de alguna otra ruta. Aburridos y con el solano en la chepa, decidimos buscar la carretera hacia la Malata y empezar el camino en sí desde el puerto de Ferrol. Con la coña, sólo cruzamos Narón pero llegamos al albergue de Neda con casi 70kms.

Al día siguiente el asfalto de Fene se compensó con la chula playa de la Magdalena en Cabanas, y con el paso por Pontedeume, donde estaba la primera rampa dura del recorrido. Íbamos a disfrutar, así que pie a tierra y con calma. Un rato después se cruza un pequeño campo de golf y se llega rápido a la población de Miño. El terreno se pone ya con el típico sube-baja gallego, y alternando caminos chulos con pistas de asfalto llegamos a Betanzos. Estaban en fiestas y era casi el mediodía, así que nos dimos un homenaje en una terracita.

Con el calor y el «equipaje» que acabábamos de cargar, lo cierto es que costó arrancar. Salimos de Betanzos por un paso elevado sobre la vía del tren, y vuelta a la alternancia de asfalto y caminos. En este tramo, el más rural (y con menos servicios, claro), encontramos ya a algunos peregrinos. Cos, Presedo, y al llegar a Vilacoba… subida continua y durilla. Al coronar un par de kilómetros fáciles y llegamos al albergue de Hospital de Bruma. Duchita, pedir la cena-taxi, y a dormir tras otra jornada de 66km.

Lo que quedaba de Camino para el domingo era casi un trámite. De Bruma a Sigüeiro es totalmente favorable, y aunque paramos a desayunar y a apartar de nuestro camino un dinosauro (sí, ¿qué pasa?), lo hicimos en un plisplás. Y el resto hasta Compostela algo más rompepiernas pero también fácil, con muchas pistas anchas y lisas, y con los últimos kilómetros de asfalto como era de esperar. Vamos, 42km muy rápidos para estar en el Obradoiro bastante antes del mediodía y que nos diese tiempo de comer y volver a Ferrol a por el coche.

En fin, este Camino Inglés nos sorprendió y nos gustó. Tal vez para la peña que viva lejos no valga la pena venir porque se acaba pronto, pero me parece muy recomendable si lo que buscas es un ruta más solitaria y no tan explotada como el Francés (o como empieza a estar el Portugués). Algún día tocará escapada en plan ultra.

Vamos pa’l Tour 2011

Un año más, y van muchos, al llegar julio, tiramos pa’l Tour de France; pero no sé si esto se repetirá, porque cada vez me gusta menos ir.

En esta ocasión, las etapas que podíamos ver conjugando las fechas de vacaciones de los que íbamos (GL, TG, y yo), eran la de Saint-Gaudens a Plateau de Beille y la de Limoux a Montpellier. Ya de por sí sabía a poco, pero aún por encima las cosas no salieron como planeábamos.

El día del puerto calentamos por la carretera general, pero al ir a subir… sorpresa. ¡La Gendarmerie no dejaba pasar bicis desde Les Cabannes! Además con no muy buenas formas: acceso cortado, y punto. Al final, las protestas de los numerosos ciclistas que iban llegando a la zona vallada, les «obligaron», para no causar males mayores, a dejar pasar a la peña… desmontada, a sabiendas de que en la primera curva nos subiríamos de nuevo en la bici.

En zona alta, más de lo mismo. A 4km de meta, en el descansillo, otra vez a desmontar, y a hacer la trampa de dar cinco pasos y volver a montar. Pero es que después había un Gendarmerie cada 50 o 100m tocando las pelotas, así que llegó un momento que nos aburrimos de jugar al gato y al ratón, y decidimos caminar hasta el último kilómetro (que sí suele tener un trozo cortado, y nunca pasa nada).

La verdad es que no entiendo como la organización del Tour puede mostrar esa actitud. No soy un macarra, sé que hay cafres sueltos, y respeto que haya unas normas de seguridad y unas limitaciones de acceso,… Pero poner a los Gendarmeries a pelear con los aficionados respetuosos, o a amenazar con candarte la bici cuando circulas correctamente y a una hora prudente, no es normal.

Es mucha la gente que se desplaza cientos o miles de kilómetros para ver la etapa a pie de carretera, animar a los corredores, gastar el dinero en las localidades que acogen la prueba, y hacer que el Tour sea algo grande (bien que presumen de su afluencia de público). Y supongo que no querrán perder el apoyo de los aficionados.

Eso sí, lo poco que pudimos pedalear hacia Plateau de Beille estuvo bien. El puerto es duro, con unos buenos rampones (metí el 34×27 un buen rato). Además, hacía buen día, y había mucho ambiente y animación. Y, por cierto, la etapa la ganó Vanendert, seguido de Samu Sánchez.

Al día siguiente fuimos a Limoux a ver la salida de la siguiente etapa, y a curiosear un poco por los autobuses y la zona VIP. Pero tampoco moló mucho, así que, ya quemados, decidimos olvidarnos del Tour, y hacer algo de provecho: fuimos a la cercana Carcassonne a visitar la villa cátara medieval. La verdad es que si no llega a ser por las visitas deportivas y turísticas, no tourísticas, que hicimos el resto de días (Andorra, Benasque, Gijón,…), todos esos días de viaje habrían sido una pérdida de tiempo.