Las Cíes

Una vez, calentando en una popular escuché que un tío, de los del montón, le dijo con determinación a un colega suyo: «Hoy voy a ganar la carrera». El amigo se le quedó mirando como pensando, «¿qué dirá este flipao?». Pero antes de que abriera la boca el primero le espetó, al tiempo que le enseñaba la suela de su zapatilla: «¿Ves? Pisé una bosta, esto da mucha suerte».

Pues yo si llego a haber competido este finde también ganaba. Resulta que me fui con RL a pasar unos días a las Illas Cíes y, obviamente, me llevé unas zapas de correr. El domingo me levanté, salí de la tienda para rodar un poco, y me encaminé a la parte norte. No llevaba ni 2 minutos cuando, cruzando el dique, unas gaviotas malencaradas, y probablemente entrenadas por Hitchcock, me hicieron un ataque en vuelo raso… y claro, una de ellas, a la que apodé al instante la B-52, descargó sus bodegas sobre mí cabeza. Aún por encima, me llevé la mano al pelo para hacer un balance de daños, y embadurné la mano toda.

Así que allí estaba yo. En tenis, mallas, camiseta técnica,… quitándome un cagadón del pelo en las frías aguas de Rodas, la calificada como mejor playa del mundo. Volví a poner en marcha el crono y reinicié la marcha, siempre pendiente de si había un segundo ataque. Al final fui hasta la punta norte, volví a la sur para subir al faro, y regresé al camping (no sé km, 1:10:00, 300mD+).

Dejando a un lado la anécdota, las Cíes están muy bien; entorno y vistas, fauna y flora, merecen la pena. También los recorridos guiados por el personal del parque, gratuitos e interesantes (hicimos dos: Intermareal y Alto del Príncipe). Pero lo que no entiendo es como hay gente que va hasta allí, no a descansar y disfrutar de la naturaleza, sino a estar de farra y botellón. Ni entiendo como el PN-MT das Illas Atlánticas, que tiene unas normas de acceso y conservación, lo permite. No me extraña que las gaviotas roben comida y caguen a diestro y siniestro: deben estar de la gente hasta los… picos.


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