La excusitis no va mucho con el menda: el problema no fueron los semanas previas a este UTMB, sino lo que hice y lo que dejé de hacer en el periodo de enero a julio. Eso no quita que, por si no llegaba de gilipolleces, en los días previos volviese a meter la pata hasta el fondo cual novatillo.
Arrancamos hacia los Alpes con bastantes días de margen, para poder viajar con calma y parar a hacer cosillas de camino. Paramos un par de días en Pirineos para hacer un par de caminatas, y para que RL probase lo de las vías ferratas: el tiempo no acompañó mucho y hubo que abandonar a medias algunas de esas actividades, pero por lo menos disfrutamos de turisteo por la zona (y tomamos unas migas en Escarrilla, que estaban buenísimas).
Tras la parada de rigor en la ciudadela de Carcasona, y comernos un atasco brutal en la autopista antes de Montpellier (varias horas para hacer un puñado de kilómetros), llegamos otra vez al paraíso: Chamonix. Llovía a base de bien, así que lo primero buscar el camping que serviría de campo base toda la semana, y acoplar bien la furgo y el toldo. Esa tarde quedamos por el pueblo de turisteo, y claro, mojadura.

El martes amanece totalmente despejado y aunque hay que descansar, también queremos aprovechar el tiempo, así que nos vamos de pateada. Y no hay idea mejor que ir hasta el Lac Blanc, una visita habitual por las espectacularidad de las vistas desde allí. Sí, en plan senderismo (salvo un par de trocitos que aprovecho para trotar y ver sensaciones, malas claro), pero no dejan de ser horas de pateo y desnivel. Y es bajando de vuelta a Chamonix empiezo a notar lal rodilla derecha supercargada, que quieras que no son más de 1500mDa-. Llegué al pueblo ya cojeando, y con ella inflamada. Mierda. En ese momento pensé que aproximadamente ese trozo desde la zona de La Flegere iba a haber que repetirlo en un par de días, y rápidamente mi cabeza dijo: tranquilo, aquí no vas a llegar. Así que también empezaba la inflamación cerebral.
Por cierto, que de vuelta en el camping escuchamos que en la furgoneta de al lado están hablando en gallego. Nos acercamos a interaccionar cual vecino agradable, y se trataba de Xan y sus dos hijos, un corredor de Mondoñedo de lo más majo que hacía la TDS (y que acabó, y con un buen tiempo: ¡enhorabuena!).
Al día siguiente estoy ya medio agobiado, pero quiero ver qué carallo pasa con el body, así que nos vamos de ruta senderístico-geocacher, pero tranqui y en plano, por la zona del valle. Se confirma que algo raro hay en esa rodilla y que irradia hacia el muslo, pero intento ignorarlo, porque ahora no se puede hacer nada más que echar pomadita y descansar. Volvemos al pueblo a ver unos amigos montañeros gallegos que viven allí, y luego de vuelta a la furgo, a meditar. O más bien hecer examen de conciencia de mis pecados.
El jueves es un día ya «de carrera», porque entre preparar las cosas, ir al control de material, hacer las últimas compras, repasar las posibles ofertas del Salón del UltraTrail y demás, se pasa el día volando. Por la noche vamos a cenar a una pizzería del centro, pillo el aceitero y le cargo bien a mi plato. Cuando voy a tragar, era picante. Como me gusta tiré para adelante, pero luego el estómago se puso centrifugadora y me dio la tabarra toda la noche.
Conclusión: el viernes amanece con un tío, que ya no contaba con acabar la carrera porque venía infra-entrenado de forma escandalosa, y que ahora estaba con moquera, con una rodilla jodida, con dolor de estómago, y mal dormido. Y a la tarde tocaba ponerse al lío. ¡Vamos, que lo regalamos! La mejor forma de definirlo: la inteligencia de esos Gumby con los que me identifico.




