24h BTT Compostela

Con un formato poco habitual en Galicia, se celebró la semana pasada la 2ª prueba del BTT Compostela: un maratón de mountain-bike de 6h, 12h o 24h, y en el que se podía participar de forma individual, en equipos de 2, o en equipos de 4 (vamos, al estilo del conocido 24doce). Tenía dudas de si ir o no, porque estoy flojo de entreno, y porque lo de dar varias vueltas a un circuito no me gusta nada. Pero unos días antes decidí anotarme: 24h solo… lo más razonable.

El sábado por la mañana nada más llegar monté «el box». En mi caso, que iba sin compañía ni carpa, se limitó a desparramar material, herramientas y comida por el maletero del coche. Y a las 12:00, muy puntuales, dieron la salida simultánea a las tres modalidades.

Las primeras vueltas fueron lentas: todo el mundo iba guardando fuerzas y reconociendo el recorrido , que por cierto no estaba mal del todo, o al menos mejor de lo que yo esperaba. La salida/meta y zona de boxes estaban situadas en el complejo vacacional del Monte do Gozo. El primer kilómetro era en leve subida, saliendo del recinto y dirigiéndonos al sur. Tras una trialera muy chula (que cambiaron al acercarse la noche porque era algo peligrosa), entrábamos en una zona rápida de monte, de bajada y llaneo con un par de repechos. Unos metros de asfalto hasta el punto más bajo del circuito, en el PK4, y giro de 180º hacia el norte pillando una pista muy facilona en falso llano. Al acabarla llegaba la subida más dura, sólo 800m, pero con bastante pendiente, y que después continuaba subiendo otros 2km por una pista algo rota. Un par de tramos de bajada y subida, un par de trozos de asfalto, y volvía la subida «suave» entrando de nuevo al Monte do Gozo por el Camino Francés (junto al monumento conmemorativo del alto nos desviábamos a la izquierda para volver al recinto cerrado). Se supone que eran 13km y 330m de positivo por vuelta, pero a mi siempre me salían menos.

Las primeras horas éramos bastantes en pista. No hacía falta mirar el color del dorsal para saber en qué categoría iba cada uno, el ritmo ya lo dejaba claro: los que adelantaban como fuegos iban al 6h, los que nos arrastrábamos al 24 (con los otros te entraban dudas). Yo me mando el primer sting de 4 vueltas, casi sin parar los siguientes de 3, y a medida que se acercaba la noche vi que lo mejor era darlas petit-suise style, es decir, de 2 en 2.

Cuando anocheció hice una parada larga (se me fue a casi 1h), para poner luces, descansar y comer bien, cambiar la postura un rato, y repasar la mecánica. Durante la madrugada fuimos quedando pocos en pista, sobre todo al dar la medianoche y finalizar la modalidad de 12h. Ya con los focos y luces en la bici, y con otra cosa en mi trasero que también iluminaba, rodé completa toda la noche, pero notando que me estaba viniendo abajo; lo decía tanto el crono como las sensaciones. Calculé mal los ritmos, y la comida, y el avituallamiento de la organización no era ninguna maravilla, pero mis amables vecinos de box, unos simpáticos bikers de la Serra de Outes, me salvaron invitándome a pasta con marisquitos, galletas,… Gracias.

Aún así, cuando amaneció yo estaba fundido: de espalda y cervicales, de fuerzas en las patas, de dolor de culo, e incluso rallado de coco. Me agobiaba que desde la tarde del sábado parecía un piloto de MotoGP: no por ir rápido, noooo, sino porque a partir de la 5ª vuelta repetía la misma trazada, los mismos cambios de piñón, los mismos gestos, vuelta tras vuelta, y ya estaba aburrido. Además entre las 8 y las 10 de la mañana del domingo perdí un par de puestos (uno ya esperado, al adelantarme el compañero JF experto en estas lides, que había pasado un mal momento de noche), y al saber que ni pillaba podium, ni iba a perder puestos porque no me iban a recuperar vueltas, cuando faltaban 15min para cumplirse las 24h, decido parar. Aunque podía, no tenía ganas de dar otra más.

Con todas las coñas pedaleé unas 21h30min para dar 25 vueltas, resultando entre 300 y 310km, y unos 8000-y-pico mDa+, y lo mismo negativo, que cuando llevas mucho rato también cansa (de hecho al final también me molestaban los brazos y manos en las bajadas rotas). Y aunque no iba disfrutando, tampoco lo pasé mal del todo porque me «evadí» pensando en mis tonterías habituales. No me motivan en exceso estas pruebas sin un paisaje o un significado, pero alguna de vez en cuando también tiene su interés; además sirvió como un pequeño test para saber si ir a la PBR o no.


Fotos de Javier Segade y Anabel García compartidas en el FB de la prueba.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: