En lugar de penetrar en el cráter Tycho, decidimos adentrarnos en la zona de Trevinca. Cuesta desplazarse pero avanzamos a duras penas; es necesario para la humanidad. Ya en lo alto, detectamos un campo magnético extraño, perceptible sólo para entendidos, y poco más tarde dimos con él. Estaba ahí, enhiesto y solitario, emitiendo su señal bajo aquel intenso sol, en la cota 2001: El Centinela.
No había ni rastro allí del Dr. Heywood Floyd, con lo bien que nos vendría ahora su ayuda. Pero de haberlo encontrado, a buen seguro que nos animaría a explorar, así que arriesgamos como lo hubiese hecho el mismísimo comandante Bowman. Afortunadamente nuestros vehículos S.C.B., mucho más fiables que H.A.L., nos condujeron sin problemas a través del valle espacial. Fue como renacer, pero en otra dimensión.