Escapada al CdS-francés (días 1 y 2)

Día 1

 Toca madrugón para coger el tren que, tras infinitas paradas, nos deja en Ponferrada a las 11 y pico de la mañana. Entre comprar comida, ajustar bicis/alforjas, repartir la carga, ir al albergue a por la Credencial del peregrino, y… dar un paseillo, se nos fueron las primeras horas. Así, casi a la hora de comer empezamos el pedaleo.

La salida de la ciudad se hace por un carril-bici y por aceras hasta llegar a una original zona residencial, después, casi siempre por asfalto, se van pasando pueblos sin encanto Columbrianos, Fuentes Nuevas, y Camponaraya; cosa aparte es el agradable Cacabelos (nos llamó la atención su albergue, a base de cabinas dobles construidas aprovechando el muro de la iglesia). Hasta Villafranca del Bierzo se llegaba por una zona algo más bonita, con toboganes y entre viñedos.

RL quería seguir, pues aún era pronto (sólo habíamos hecho 27km), pero en mi opinión era mejor parar. Sé de sobra que en este tipo de rutas lo que afecta, más que el cansancio físico del kilometraje (que no es tanto, pues el ritmo es bajo y el esfuerzo se reparte a lo largo del día), es el cansancio postural (máxime cuando uno no está acostumbrado al apoyo de las manos, la curvatura de la espalda, la presión en el culete,…).

Por eso al final nos quedamos toda la tarde en Villafranca de paseo y turisteo. Fuimos a un albergue de ambiente hippie-artesano llamado Ave Fénix; era un sitio peculiar, pero al final no resultó malo.

Día 2

Al salir el sol los inquilinos, casi todos guiris, madrugamos para patear/pedalear otra jornada, y dura, pues nos espera subidilla. En el Ave Fénix lo sabían, pues el desayuno era contundente: nunca habíamos combinado la leche con una tosta de huevo frito con pimienta.

Así, ya tempranillo estábamos en el famoso andadero por el arcén amarillo de la N-VI, bajo una lluvia intermitente. Hasta Vega del Valcarce se va bien, subiendo suave; al abandonar la nacional y meterse hacia Las Herrerías el asunto se complica; y cuando nos desviamos por el monte hacia la Faba (para ir por el Camino original, el de caminantes), la cosa ya se pone brava, pero brava. En esta zona vimos a un grupo de corredores que estaban haciendo el Camino por relevos… ¡como se me calentó la neurona pensando en mi libreta de retos pendientes!

En la subida gorda (unos 700m Da+), tuvimos que ir desmontados mucho rato, y empujando la bici con las alforjas… Vamos que nos adelantaban los mochileros. Pero vale la pena, porque el paisaje es muy chulo. La pendiente se redujo un poco al pasar la Laguna y aproximarnos al Cebreiro (¡y a Galicia!). En ese lugar mítico que es el Cebreiro (y no sólo por el CdS), paramos a descansar, dar una vuelta, comentar la reciente visita en el UTAC, y comer un menú caliente… con caldo de 1º.

Con algo de frío, y la pesadez de la sobremesa, costó volver a arrancar. Y eso que hasta el alto de San Roque y Hospital era fácil. Para dura ya estaba la subida al Alto do Poio; desde allí picaba siempre para abajo. En esta zona paramos varias veces: una por avería mecánica con mi cadena, otra por un amago de atropello a una vaca, y otra en un puesto de frutos rojos (donde conversamos con la señora que los cultivaba/vendía).

Al llegar a Triacastela llevábamos 54km, y un buen desnivel, así que decidimos parar, hacer la compra, y buscar albergue con tiempo. La mayoría estaban completos, así que acabamos en uno privado, el Complejo Xacobeo, que estaba muy bien (aunque no tuvimos suerte con la compañía, pues había algún que otro «petardo» con bici).



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