Me encanta que las pruebas tengan un trasfondo que las convierta en algo más que simples carreras: sea un significado, una conmemoración, un entorno, un carácter,… Y me gusta que el paso de los deportistas por la zona no se limite a un simple correr: que dejen algo allí y a la vez se lleven algo de ese entorno que visitan, y no me refiero exclusivamente a asuntos materiales. De hecho, si es posible, también procuro que esta actitud esté presente cuando hago aventurillas no-competitivas.
Valores de este tipo, que están claramente presentes en pruebas como la VCUF o el UTMB (tuve la suerte de comprobarlo el 2013), los entreví la pasada semana en la Travesía do Xalo, un trail corto pero intenso, que va por su 5ª edición y cuya organización se supera año a año. Y creo que se está convirtiendo en algo más que una carrera por varios aspectos.
Uno de ellos, que es una prueba marcadamente comunitaria (sí, asiduo espectador del Telediario, esta palabra sirve para cosas que no tengan que ver con la UE). Porque parte de la inscripción va para asociaciones de la zona que trabajan en el terreno social, por cierto alguna relacionada con mi ámbito laboral (claro, así me tocan el corazoncito). Porque después de las pruebas (trail, andaina, e infantiles), la gente no se va a casa y la entrega de premios está desierta, nooo… aquí hay una gran vida social posterior: la música, el churrasco y las larpeiradas, son sólo excusas para estar un rato de charla y mantenernos a todos allí hasta media tarde. También porque se nota que detrás hay mucha gente trabajando en equipo y tratándonos de maravilla.
Otro sería que se respira buen humor, y no me refiero a esas pruebas que con el cuento del «buenrollismo» y el colegueo descuidan las labores organizativas. De hecho aquí no tienen mucho margen de mejora al estar todo bastante correcto (como mucho pueden ampliar los servicios al corredor/acompañantes, o las actividades paralelas); los únicos peros que se les puede poner a la gente de Castelo Deporte tienen fácil solución: sólo hay que poner alguna cinta atravesando las pistas que se abandonan hacia caminos perpendiculares, y regalarle un GPS al que puso los paneles con los PK. Con lo del buen feeling me refiero a detalles como la salida fogheteiro style, la banda de músicos en el Petón, el ambiente post-carrera, el #aquícomemosasí (que puteaba un poco a los del C42), etc.
Y obviamente por lo deportivo. Porque sin contar con un monte superespectacular, saben exprimirlo para conseguir una prueba bonita y rompepiernas de caral$&. El recorrido fue casi igual al del año pasado, sin asfalto, con mucha pista y sendero, y con alguna zona trialerilla pero no muy técnica. Una explicación exhaustiva y pormenorizada del trazado es esta: se sale de la aldea de Castelo, se sube, se baja, se vuelve a subir, se vuelve a bajar, se asciende, se desciende,… se hace un llaneo por la parte alta del Xalo, se baja, se sube, se empina para arriba y se empina para abajo, y antes de bajar otra vez hacia Castelo hay que hacer una subidita final. No daré más detalles por no excederme.
Yo no estoy muy bien de forma, así que salí conservador: a acabar y pasarlo bien. En las subidas con calmita y en las bajadas adelantando. Poco a poco me fui animando, por momentos demasiado… lo que supuso una caída tipo-cuchillo (sin consecuencias), y llegué a la zona alta cogiendo gente. Quise hacerle honores al Petón, y allí peté ligeramente, pero sabía que quedaba poco, así que un gel y empecé a vaciarme… o lo que es lo mismo, a hacer hueco para el churrasco. En meta eché en falta tener más desnivel en las patas, así que me doy con un canto en los dientes de acabar en 2:39:00 los casi 21km y 1400mDa+, y habiendo disfrutado.
Vamos, que lo pasé bien el finde en Culleredo, y que es un ambiente y una carrera muy recomendable. De hecho, el último fin de semana de abril debería ser una fecha ya reservada en el calendario de los «trailchurrasquers» gallegos.
Fotos de Leonor y Carballeira compartidas a través del foro CeG y de la web de Castelo Deporte.